
Sergio Ramírez
De acuerdo a las cuentas de Time, los biocombustibles tienen efectos desestabilizadores. El alza de los precios del maíz ya ha desatado levantamientos en México, y la subida de los precios de la harina ha creado perturbaciones en Pakistán. También se han dado disturbios en África.
¿Exageraciones dramáticas? Los precios de los alimentos han subido un 45% en los últimos nueves meses, según las cuentas oficiales de la FAO, pero no sólo porque la comida se esté desviando a las refinerías de combustibles. La India y China tragan cada vez más cereales, y también los alimentos suben de precio por razones especulativas.
Pero, además, las emisiones de carbono, al afectar el clima, arruinan las cosechas, y en esto tienen que ver los biocombustibles. A pesar de que Brasil no produce etanol en base al maíz, los productores de Estados Unidos venden una quinta parte de sus cosechas a las refinerías de etanol, provocando que los productores de soya, atraídos por los precios, se pasen a cultivar maíz, con lo que la soya sube en los mercados, y empuja a los agricultores brasileños a cultivarla a costa de los pastos, de modo que los ganaderos, expulsados por la soya, se tragan cada año miles de kilómetros cuadrados de selva. Un círculo vicioso diabólico.