Sergio Ramírez
La cursilería, que es un defecto para unos, viene a ser una virtud para otros, en tanto expresión del diario vivir. “La Marioneta” es, en verdad, obra del ventrílocuo mexicano Johnny Welch, que lo usa para un número con su muñeco parlante “el Mofles”, y está incluido en su libro Lo que me ha enseñado la vida.
La primera reacción de García Márquez en el 2001, al enterarse de que se le atribuía el poema, fue declarar desde Los Ángeles, donde se encontraba sometido a tratamiento médico: “Lo que realmente me puede matar es la vergüenza de que alguien me crea capaz de haber escrito un texto tan cursi”. El ventrílocuo, herido en su amor propio, respondió: “A mí me duele profundamente que el señor García Márquez diga que él no se atrevería a escribir una cosa tan cursi, pero respeto su opinión”.
Cuando García Márquez regresó a México después de cumplir el tratamiento, se reunió con Welch, según lo cuenta el escritor Ignacio Solares, que estuvo presente en el encuentro. Welch compareció a la cita con su muñeco “el Mofles”, a quien hizo recitar el poema. Fue un momento mágico, del que se borró toda cursilería, según el testigo presencial.
Y ahora averigüemos por nuestra cuenta, lo qué es cursi y lo que no lo es.