
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Una mala noche la tiene cualquiera. ¿Merece la pena detenerse en esta circunstancia vulgar? La noche siguiente reparará el mal trago de la mala noche cercana y el día que transcurre entre una y otra no adquiere caracteres tan graves como para prestarle demasiada atención. Llega lo malo y se disipa en 24 horas. ¿Puede imaginarse una pena menor? ¿Un castigo más leve? ¿Una contrariedad de tanta celeridad en el proceso del quita y pon? (El pon y el quita).
No obstante, el tiempo carece de suficiente transparencia y aun menos de elasticidad hacia atrás. Siendo característico del tiempo la temporalidad sólo se vive con exactitud la actualidad.
Siendo inherente al tiempo su incesante circulación proyectiva, su elasticidad es casi igual a cero en su intento de hacerlos relativo un paso atrás. Hoy salimos de una mala noche pero su contrariedad es del todo reticente a ser mitigada por la visión actualizada de que su malestar desaparecerá más tarde, volviéndose a acostar. El buen futuro no consigue introducirse en el presente sea mediante la reflexión o recurriendo al olor del sentido común.
Efectivamente hay un surtido de noches diferentes y, como en todos los conjuntos, hay elementos buenos y malos en la colección. Lo malo de esta mala noche sería pues parte del conjunto y el dolor, este u otro, poseería la misma célula de habitabilidad que el placer aquí y allá. De este modo dialéctico, se produce la vida ajedrezada en su totalidad. Buenas rachas preceden a las malas y los años oscuros preceden a anualidades con sol. Dentro, además, de cada porción se repiten en pequeña escala sus más y sus menos, los días más o menos redondos y los otros más o menos escachados.
Al estilo de los fractales, el más y el menos determina a cualquier escala un balanceo similar al movimiento que recibe el recién nacido para tratar de conciliar el sueño en la vigilia o dejar de berrear en plena desesperación. El meneo de un lado a otro, del bien al mal, de la izquierda a la derecha o de la fortuna a la mala suerte define la existencia con tal radicalidad que no sería concebible un ser vivo sin este baile Tan teatral como biológico e entre el sí y el no.
Somos, sin embargo, tan impacientes, tan ignorantes que nos imaginamos dueños de combatir el dolor como un intruso y recibir el gozo como un obsequio natural. Pero somos lo que somos gracias a la conjunción ciudadana de las buenas y las malas noches. Hay pastillas e infusiones,