
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
En el primer caso el peso es grandes; un peso aplastante incluso. En el segundo, no ser una joven promesa elude la necesidad de cumplir un compromiso desde una temprana edad. La religión se abastecería de las jóvenes promesas porque de ese modo llenaba los seminarios del pasado. Alguien quedaba uncido con esa personalidad premonitoria y, poco a poco iba cuajando como valor seguro.
La "joven promesa" apunta a lo más alto pero ¿dónde situar ese blanco y cómo asegurare de que se apunta bien? Mejor es, en estos tiempos, que la promesa no exista para nada ni para nadie; no ser promesa en suma de nada ni de nadie. Los novios se comprometían. Los opositores firmaban su acta de examen. Los miembros de un partido lograban el carnet tras firme adhesión para bien de la causa.
Pero sin promesas se vive mejor. ¿Se vive atolondradamente? Todo lo contrario se vive para ser todo en el mañana, pasado mañana y el mismo día de la ascensión.
NDe nok prometer nada