
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
La crisis ha sido y es también un efecto de la narración de la crisis. ¿Tendría que suspenderse el relato? Varias instituciones desde la bolsa a las agencias de rating harían bien en no hablar durante este tiempo en que el rumor actúa con una fuerza desproporcionada. ¿Irreal? Posiblemente sea irreal en una importante proporción y no cabe descartar que los movimientos de capitales y sus consecuencias hayan tenido base en una falsedad. ¿Cómo saberlo? El grado de impostura de la que se compone esta crisis hace ver que si sus comienzos fueron el efecto de un pánico, mitad mendaz, mitad fundamentado, los padecimientos que han ido desencadenándose y los que quedan por llegar son dolores del vacío. Esta bomba de vacío mata. No hay duda de que su capacidad es terrible. Y, sin embargo ¿cómo no sentir que este terror no ha sido provocado por la coyuntura de las cosas sino por el descoyuntamiento de las mentalidades? ¿Crisis económica? ¿Crisis financiera? Más cierto sería referirse a este cambio de época como una auténtica crisis de pensamiento.