
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Este verano leí, varios años después de su explosión mundial, el superbestseller Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus.
Un libro de autoayuda -que según avalaban las ventas por millones en incontables idiomas- habría procurado sustancioso beneficios a la relación intersexual no podía ser de ninguna manera inútil para mí ni casi para nadie. Podría creerse más o menos útil pero inútil desde luego que no.
Unos seres humanos lo habían aconsejado a otros en razón de sus buenos resultados, muchos habrían resuelto, por fin, el problema de la incomunicación -aun circunstancial- hombre/mujer y los más, con resultados efímeros u orientativos habían dado por bien empleado el esfuerzo de adquirir, leer y memorizar el libro. Podía ser excepcionalmente un bluff pero ¿cómo no evocar títulos de autoayuda desde Cuando digo no me siento culpable a Duérmte niño que han proporcionado tantísimos beneficios prácticos?
Bien, Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus no es, sin embargo, un libro de autoayuda cualquiera. Efectivamente, posee del género la insufrible repetición de lo mismo, pero difiere del género en el hecho de que la mente, la cabeza, el entendimiento de lo expuesto o lo que sea se torna cada vez más complejo y llegado a un punto la conclusión viene a ser que los problemas de comprensión entre hombres y mujeres reviste unas dificultades de tan difícil solución que lo más sano y acaso eficaz es no empeñarse en comprender más que lo indispensable. Una enseñanza tan mahacona como pragmática es ésta: los procedentes de Martes son propensos a callar sus conflictos y, en todo caso, a tratar de aliviarlos ante partidos de fútbol televisados, mientras las mujeres se ponen a hablar y hablar de sus problemas para atenuarlos. Se equivocará una mujer que viendo al marido como ausente piense que la desprecia al no hacerle partícipe de sus pensamientos mientras errará de su parte el hombre que asistiendo en voz alta a las preocupaciones de su pareja se empeñe en prestarle algún consejo. Ni el hombre en "su cueva" (dice el libro) desea ser molestado en su conflicto personal ni la mujer en su cháchara, terapéutica en sí, demanda asesoramiento. Lo uno es incompatible con lo otro y lo otro con lo uno. El libro, publicado para tratar de mejorar las interrelaciones hombre/mujer viene a ser en realidad un relato de lo prácticamente intratable.