
Eder. Óleo de Irene Gracia
Rafael Argullol
Rafael Argullol: La presencia de los bárbaros en nuestro mundo generalmente se hace a través de la reivindicación de la suprema bondad de lo divino, de la suprema bondad de lo religioso. El fanatismo casi siempre es un fanatismo que se presenta como fanatismo del bien, no del mal, pero cómo a través del bien se puede llegar al mal.
Delfín Agudelo: Pero si bien a través del bien se llega al mal, y el interés en el mal en sí mismo no resulta interesante como anotabas anteriormente, se me viene un tema que también ha surgido en otra conversación, que consiste en la fascinación que sintieron los románticos por el diablo de Milton.
R.A.: Pero ahí está muy claro el caso de Baudelaire. Las monjas que atendían la residencia u hospital donde murió Baudelaire fumigaron la habitación porque había muerto alguien verdaderamente vinculado con un lado maligno. Pero yo después de, cuando era muy joven, de tener una primera lectura de Baudelaire en la que me magnetizó mucho por su estética transgresora, con el tiempo he hecho una lectura de Baudelaire como un auténtico campeón de la bondad, como un campeón del bien. Si uno lee con atención las obras de Baudelaire se encontrará que en ellas hay una ética del bien disfrazada de ética del mal; una estética del bien disfrazada de flores del mal; y finalmente una metafísica del bien presentada como una gran ontología maligna. Pero es el caso contrario, y Baudelaire es la culminación de la fascinación romántica. Es la presentación de la máscara del mal por una especie de obsesión por la bondad, por conseguir el bien, pero un bien que va más allá de moralismos. No el bien sometido al juicio moral ajeno, sino el bien más allá de moralismos.
Pero esto sería una figura simétrica a lo que estábamos comentando, a la figura del que se considera partícipe de los círculos de la bondad y del bien, pero que en realidad se va hundiendo en los distintos círculos del mal, en las alcantarillas del mal. Eso es lo que verdaderamente preocupa de los textos que estamos visitando. Cuando Todorov analiza por un lado la figura de la nueva barbarie que podría ser fanatismo religioso, éste se hace con la excusa del bien. Pero es que la defensa que ha hecho el neoconservadurismo norteamericano, por ejemplo, contra el fanatismo religioso ha sido otro fanatismo maligno que salía también de una supuesta defensa del bien. El hombre de bien, por tanto, que hace el mal, es la topología simétrica inversa de la figura baudelariana de la indagación del mal para ser un bien libre, para construir o para construirse a sí mismo a través de una bondad no moralista, de una bondad libre. Creo que muchísimos de los artistas y escritores que han indagado en el mal ha sido precisamente a partir de la preocupación de construir un bien sujeto al dictamen religioso, moralista, puritano del significado del bien.