
Eder. Óleo de Irene Gracia
Rafael Argullol
Rafael Argullol: Quizá en lugar de dirigirnos a las imágenes religiosas o a dios mismo, ahora nos dirigimos al director de la sucursal bancaria, a los banqueros a los expertos, a los economistas; y en última instancia al estado para ver si nos puede subsanar o hacer más visible lo que es invisible.
Delfín Agudelo: Me pregunto el momento hipotético en el cual una de estas dos amenazas efectivamente se cumpla. Lo estoy imaginando como un escenario apocalíptico: que supiéramos que el Apofis impactará irremediablemente con la tierra en determinado año, o que la gripe porcina efectivamente se convirtiera en una gigantesca pandemia, un virus verdaderamente indomable. ¿Cómo se contemplaría el hombre en una situación apocalíptica? ¿Qué tan preparados estamos para vivirla?
R.A.: Sería difícil de ver la capacidad de reacción del hombre en esas circunstancias. De todos modos hay que decir que el hombre ha tenido una tendencia innata a crear escenarios apocalípticos, porque en todas las mitologías se contempla el momento en el cual los dioses, hartos de los hombres, van a desembarazarse de éstos: ese es el momento apocalíptico. Hay un final sobre el cual el hombre ha fantaseado continuamente, probablemente como consecuencia de sus propias insuficiencias, limitaciones o miedos al tiempo, a la muerte, elevadas a una vena apocalíptica. Pero creo que esta vertiente apocalíptica, que en lo personal puede ser una muy creativa reflexión sobre el tiempo, la muerte, las cosas, la fugacidad de la vida, sobre la necesidad de disfrutar del presente, cuando se utiliza como esquema colectivo es muy peligroso. De ahí que las religiones, utilizando el apocalipsis, siempre han sido peligrosas porque han buscando la sumisión de la que hablaba antes. El esquema es el siguiente: "los humanos estáis sometidos a un proceso de final de los tiempos, apocalíptico; nosotros, la religión, os damos la solución". Hubo también ideologías apocalípticas que tomaban el esquema religioso pero eran seculares, como las grandes utopías revolucionarias del siglo XIX y XX, que también partían de un esquema apocalíptico, pero entonces le decían a los hombres: "estáis sometidos al apocalipsis, la alternativa que damos nosotros es la anarquía, el comunismo, el socialismo, etc". Pero algo de lo que se ha hablado menos es que el capitalismo y el hipercapitalismo siempre ha necesitado el apocalipsis colectivo. Lo necesita renovar cíclicamente pero en este caso la solución no es ni el paraíso en el cielo de las religiones tradicionales, ni el paraíso en la tierra de las ideologías utópicas y seculares, sino la solución es el paraíso del consumismo, el paraíso continuamente presente del consumismo.