
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Es muy chocante que un asunto tan falto de interés como las maniobras del PP dentro y fuera de sí mismo ocupen días tras día las primeras páginas de muchos periódicos españoles. Estos diarios hablan, probablemente, para sí puesto que entre sí se disputan las primacías de unas u otros reportajes mientras el lector boquiabierto ante ese aparatoso despliegue sigue abriendo la boca hasta el bostezo.
Ocurre lo mismo con los políticos entre sí que se arrebatan en discusiones, reproches y referencias endogámicas, sin ningún beneficio para los representados.
Y sucede lo mismo con los jueces que se disponen para la huelga o no que se reúnen, se dividen, se asocian, se deniegan, sin que la justicia avance un paso en provecho de los ciudadanos.
Lo mismo, en fin, valdría en muy alto grado para los grupos nacionalistas y sus máximos dirigentes que legislan con el presunto fin de diferenciar a sus patrias chicas mientras los ciudadanos desean vivir mejor y no alistarse contra otros en forma de apasionados patriotas.
Una Gran Crisis dentro de esta Gran Depresión económica carcome a la política, la justicia, la educación, las descentralizaciones autonómicas, los medios de comunicación y otros importantes componentes de la organización social. La Gran Depresión tiende a arrasarlo todo pero ¿cómo no pensar que su velocidad y su potencia obedece más que nada a la fuerza de atracción del Mal anidando en la casi totalidad de las instituciones? O concluyendo de otro modo, no se trataría en verdad de que la crisis haya sobrevenido como por ensalmo o como por malditismo de los bonos basura sino como efecto del gran Imán del Mal que desde el corazón de la sociedad atrajo este embate destructor, total, general, como la implosión propia de un vacío de sentido, como colapso de una estructura que se desploma sobre sus flacos cimientos.