
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Curiosamente no es la escasez la causa de nuestros males sino la superabundancia de la abundancia, el superbeneficio del beneficio, el extremismo (o la extremaunción) de la exageración. La crisis no procede de una falta de bienes, como las malas cosechas, como las prolongadas sequías o carestías por el estilo, sino por el superestallido de lo muy gordo, por el pinchazo de lo muy henchido, por el desinflamiento del gran festín y quién sabe si por razón precisamente de haber originado una acumulación de riqueza en un vector social que ha provocado por su peso el desequilibrio del edificio, una basculación de su apilamiento excesivo que ha conducido a vencer los pilares del sistema. O bien, que esa acumulación ha alcanzado fatalmente su masa crítica y que, en consecuencia, como en la física, ha desencadenado la desintegración.