Vicente Verdú
El otro nos pide que le devolvamos nuestra confianza pero la confianza, tan importante y delicada de conceder, no puede ofrecerse nunca con una garantía mínima sino es a cambio de actos netos. Toda la retórica para rescatar o ganar la confianza por imploración cae en una u otra farsa sin la correspondencia de la acción. O, expresado de otro modo: no es la intención la que ilumina la confianza sino la concreta revelación quien mueve nuestra intención. Intención para dar una confianza proporcionada o incluso añadir un segmento más a partir de lo ya izado. Sin realización no hay modo de entrega. Sin obra no hay fe, al contrario de lo que las religiones predican respecto a una figura divina que no ha hecho todavía nada pero ante el cual se exige rendir nuestra creencia. Creer en el otro sólo es eficaz, por mezquino que parezca, tras haber verificado sus creaciones o sus conquistas. Las auténticas promesas, cuando se aceptan, incluyen siempre un imprescindible, aún procedente de un territorio diferente al que corresponde la petición. Hay gentes de mala calidad a las que no puede concedérseles confianza en lo principal pero acaso sí en algunos detalles de calderilla pero a causa de sopesar que la posible pérdida no nos quebrará. Sobre las demás peticiones del otro no servirá comportarse con holgura o magnanimidad porque todo el don que se anticipe correrá el riesgo de corromperse, falto de la esperada contraprestación que lo fertilice.
Perdida la confianza en el otro su recuperación se hace tan ardua como si se tratara de resucitar, tiempo después, un tejido necrosado y, como consecuencia, cualquier injerto, cualquier bálsamo lírico, cualquier imaginario o reconstituido ideal será tan frágil que una mínima decepción sucesiva matará mutuamente. Carboniza y desleal y radicalmente asesina el corazón de quien confiaba puesto que ambos padecen la maldición recíproca de un fracaso numénico: el terrible fracaso de lo bienintencionado que no es sino el más amargo revés de la malla humana. Necesitamos trenzarnos con los demás para la supervivencia común pero ¿qué será de nosotros si esa red está podrida o mal remendada, de tan barata calidad que cede ante cualquier intensidad de la vida?