Vicente Verdú
"Que me concedieran el premio Nobel ha sido lo peor que le podría haber pasado a mi carrera", ha declarado Doris Lessing. ¿Un exceso de egolatría? Un exceso, nada más, de biografía.
La edad no perdona. "A partir de los 80 años -me decía un pariente, siempre activo- hay que desengañarse, las fuerzas no responden". Doris Lessing confiesa que ha dejado de escribir por falta de fuerzas y dice que le gustaría hacer saber a los jóvenes que las energías no son para toda la vida. No adelanta, desde luego, nada con su advertencia, ni tampoco se adelanta nada con ella. El adelante no existe por anticipado y la idea de uno mismo para más tarde es inconcebible sin la prógnosis del cuerpo aún no atardecido.
Vale, sin embargo, como una constatación más, de que escribir es un oficio tanto mental como manual y que no sólo los escultores o los pintores son productores de esto o aquello en función de su salud y su resistencia, sino también los benditos escritores. El escritor enfermo segrega una literatura diferente al escritor sano y el escritor saludable se halla en situación de continuar pensando y traduciendo en texto sus imágenes si conserva su tono muscular en forma suficiente.
Parece prosaico pero es casi arcaico el saber que funde el espíritu y el cuerpo, el cuerpo con la inspiración, la inspiración con la respiración, el hígado con el intelecto.