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Pintura del infierno

Por 22 de enero de 2008 Sin comentarios

Rafael Argullol

Rafael Argullol: Dante, de alguna manera, es el artista que otorga a Dios la obra de arte perfecta. La Divina Comedia es una obra perfecta al servicio divino.
Delfín Agudelo: Mi impresión es que el Infierno y el Purgatorio despiertan más interés dramático que el Paraíso. Tanto en la obra poética como en los grabados de Doré.
R.A.: Dentro de la gran tradición cristiana artística y literaria, siempre el infierno ha producido muchísimas más imágenes que el paraíso, porque la idea cristiana del paraíso es una idea que nunca ha logrado pasar de la abstracción a la sensualidad. En cambio, el inferno desde el principio se planteó como extremadamente sensitivo, sensual y sexual dentro de la imaginación cristiana. Por tanto, en todos los ejemplos antes y después de Dante, el infierno ha producido muchísima más densidad creativa que el paraíso. En cambio, como contraste, el paraíso islámico sí tuvo unas tradiciones sensitivas y sensuales que el cristianismo nunca tuvo, porque en el Islam el paraíso se acercó mucho a todo aquello que una cultura del desierto veía negada: el oasis, los jardines, el agua, las mujeres, etc., todo esto formando parte de un paraíso sensual. El paraíso cristiano siempre fue extremadamente abstracto. Casi podríamos decir que el infierno ha sido cosa de poetas y el paraíso un monopolio de los teólogos en la tradición cristina. Además, en Dante hay una cosa extraordinaria: es más difícil de leer el Paraíso porque éste está escrito para ser escuchado, ya que es musical. Gustave Doré, El Purgatorio, que es una esfera intermedia, es escultórico; y el Infierno es pictórico. Nosotros leemos y vemos el Infierno; el Purgatorio lo vemos pero con ese matiz de la escultura respecto a la pintura, que la escultura es siempre es más austera, más sobria, menos colorista, menos cromática. Y el Paraíso es música. Entonces esto forma parte de la extraordinaria creación dantesca: pasar de un mundo de los sentidos, pictórico, a un mundo de los sentidos ya más elevados, escultórico y arquitectónico, y luego a un mundo que quiere ser mucho más abstracto y espiritual de acuerdo con las ideas teológicas y cristianas, que es el musical.
Por eso, el lector moderno se encuentra mucho más a gusto con el Infierno, porque se encuentra rodeado de imágenes. Nosotros, además de que somos hijos de un mundo de imágenes abigarradoras, somos así. Dante no hace sino seguir todo nuestro criterio mental de dar al infierno esa prioridad sensitiva y convertir el paraíso en algo abstracto. Eso ocurre también en nuestra vida: tenemos una idea bastante sensitiva y explícita de en qué consisten nuestros infiernos. En cambio, nuestros paraísos, aquello que llamamos la dicha, la felicidad, el gozo, no dejan de ser ideas bastante abstractas. No sé si esto forma parte de la condición humana o de nuestra condición cristiana, con un background occidental y cristiana. Pero tenemos una idea más abstracta de la felicidad que del dolor. El dolor es plástico, es pictórico. En uno de mis libros, Davalú o el dolor, insistí mucho en ese aspecto: el dolor exige una captación inmediata. Por tanto, es muy pictórico. En cambio, la idea de muerte es una idea más abstracta. Podemos filosofar sobre la muerte, no podemos filosofar sobre el dolor. El dolor lo captamos o no; pero todas las filosofías frías sobre el dolor están destinadas a no ser eficaces contra el dolor. En cambio la reflexión estoica sobre la muerte de Séneca o Montaigne es muy valiosa frente a la muerte.
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Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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