Clara Sánchez
Querido Alcalde:
No sabe cuántos madrileños se identifican con usted en estos momentos, y cómo ha calado en los corazones de los que no se sienten queridos por sus jefes, por su pareja, por los compañeros. No sabe cómo le comprende ese empleado que se ha dejado las pestañas para ahorrarle dinero a la empresa y tiene que ver cómo le conceden su anhelado ascenso a otro y encima no puede poner mala cara para no ser tachado de envidioso y poco deportivo; porque además al humillado se le exige ser muy generoso y desearle buena suerte a quien ya la tiene sobradamente, incluso se le pide que le preste todo su apoyo. ¿Por qué?, ¿por qué no yo?, se pregunta, y aunque íntimamente sepa la respuesta no podrá señalar a nadie con el dedo para no quedar como un rencoroso vengativo, lo que todavía empeoraría más su imagen, ya deteriorada por el estigma de no ser deseado.