Vicente Verdú
Muchas veces se acepta que las películas, las novelas, los videojuegos, nos apartan de la realidad o que valen, precisamente, para distanciarnos de sus penitencias.
Sin embargo, es tan difícil arrancarse de lo real que sólo la locura obtiene algunos resultados notables.
Podemos, desde luego, ocupar la realidad de más trastos, embotar la verdad con sus dobles, crear dobles virtuales mediante la alucinación, pero los resultados no serán en verdad relevantes si no rozan el territorio de la demencia.
La realidad se nos echa encima como un animal desbordante de lamidos, nos envuelve, nos invade, nos ahoga, nos contagia. Es tan difícil sustraerse a ese peso que cuanto más cerramos los ojos más espantoso se hace su acecho y cuanto más queremos huir con mayor acierto nos persigue y nos caza.
La ausencia es una forma palmaria de la obscena influencia de lo real. Cuerpo a cuerpo, cara a cara, presencialmente lo real indeseable llega a convertirse en perpetua angustia cuando su mano se eleva sobre el sujeto. El recuerdo será así una forma corporal de sueño y el mal recuerdo una versión de la espesa pesadilla en vela.