Vicente Verdú
El miedo al cambio climático ha generado una vasta religión del terror. O bien, el terrorismo bajo cualquier forma, se alza ahora como el rey de la cultura sin ideal.
Frente al Dios de la bondad y las Navidades benéficas, el Jehová del cambio climático manda apagar las luces que engalanan la ciudad. Ahora todo parece un pecado de despilfarro, toda emanación de humos o gases, toda secreción de humores y jugos, cualquier sustancia que se derrame en el mundo es causa de maldición. ¿Una nueva represión sexual, terrenal, global?
La campaña contra el derroche de la luminaria navideña en estos días comporta una orden contra el gasto y, como derivación, un dictamen radical dirigido a ahorrar y ahorrar.
Cincuenta años de liberación de las costumbres y de lucha contra el orden represor se invierten bajo el reino ecológico que retrotrae a los tiempos en que el bien se hallaba en la contención o el ayuno y el mal en la degustación.
Contra la cultura del consumo que puso gradualmente al frente el principio del placer, emerge la rígida cultura del cuidado por el planeta que hace retroceder a las privaciones del principio de realidad.
No se tenían suficientes preocupaciones personales y familiares y sobreviene esta mitificada fragilidad del mundo como si corriera a nuestro cargo un gigantesco y enfermizo bebé. Este bebé, como otros muchos conocidos, se comporta como fuente inagotable de exigencias y deberes. Nos condiciona o marca las conductas, nos ata a sus caprichos, nos conforma la vida entera y decide, más allá de nuestros derechos, sobre lo que se debe hacer. Este odioso bebé, ahora navideño, es la oposición al niño Jesús del pesebre que en vez de reclamarnos sin tregua se ofrecía con promesas de paz y felicidad. Este otro eco-bebé, por el contrario, encarna la posible desventura y la amenaza constante, la autoridad aciaga que se inmiscuye en nuestra merecida negligencia y que condena incluso las luces simbólicas que se encienden en los pueblos y ciudades con la ilusión de un mundo mejor. Muerte al principio de muerte y a su tabarra beata. Muerte a la maldición.