Vicente Verdú
Si todo paciente se siente reconfortado cuando ve sus síntomas tipificados en un manual profesional y espera, en consecuencia, recibir un diagnóstico preciso, ningún amante desea hallar su pasión reflejada en un código que previene el detalle y el futuro de su delirio.
Sin embargo, en uno u otro supuesto, la historia clínica y amorosa se ha repetido tantas veces como para convertir nuestro caso en un supuesto más y nuestra singularidad en un número indistinto.
El amor como pasión de Niklas Luhmann (Península. 1982) es un clásico en el género de describir los detalles del enamoramiento y su desencadenante proceso hasta la nada. También es un libro en donde el amor que nos arroba se trata como una determinada modalidad histórica, sometida a las condiciones políticas y materiales de la evolución social. Nos apasionamos en cuanto especie social tras haber atendido a otros requisitos de integración en la comunidad y para cumplir con una función nueva en el entramado socioconómico. Nos apasionamos, entre otros ignorados fines, con el objeto de liberar energías improductivas y de reconducir los restos hacia el aumento del producto interior bruto.
Lejos de la romántica idea de los cortejos y galanteos, el sistema general de la conquista pertenece, como en las avispas o en los conejos, a un plan eficaz que cumple con el físico designio del mundo. El corazón más ardiente forma parte de una caldera motora y el beso más íntimo resulta ser un obligado eslabón en la cadena superindustrial que arrastra ciegamente el abultado cuerpo del mundo.