Vicente Verdú
No se conoce ya personaje famoso que no aparezca en público con gafas de cristales negros. No sólo tras unas simples gafas de sol para protegerse de los destellos de los focos, para paliar las acciones del sol o para enmascarar las marcas de la edad y los estragos de la noche, sino gafas negras para desaparecer tras su opacidad y mutilar en su porte la región más propensa a delatar estados de ánimo. Las gafas negras declaran la renuencia a mantener una total y franca relación con los otros. Los otros, desde la perspectiva del personaje, forman parte de un coro consumista o depredador ante el cual trata de blindarse y soslayarse.
El personaje no entregará toda su imagen a la foto ni al vídeo ni al grupo de fans, no ofrecerá gratuitamente información completa sobre sí al barullo que le acosa.
Las gafas negras del famoso persisten en cualquier lugar, a la luz del sol y bajo la luz eléctrica, entre el resplandor o entre las tupidas sombras.
En realidad el personaje consiste precisamente en esa figura parcialmente tapada que trata de sustraerse al escrutinio de sus emociones reflejadas especialmente en la mirada. Y sustraer esas valiosas emociones personales al posible expolio de la mirada vulgar o la observación sin rango. La categoría del artista, la actriz, el cantante, le lleva no malbaratar sus estados de ánimo ni regalar el patrimonio de su sentimentalidad. Porque tras las gafas negras no sólo se esconden los ojos sino la parte más sustantiva y delicada de su talante circunstancial y de sus circunstancias. Sale la Pantoja provista de sus gafas negras y con ellas se cumple el sentido estricto del anti-faz, gafas contra la presencia de la faz, contra las facciones más comprometidas o delatoras. El velo de los tuaregs desempeña la misma función de las gafas velando al extraño su intimidad. El velo y el abanico de las mujeres han poseído igual misión en los juegos del cortejo o en la variable relación social. Pero también, quienes no llevan gafas, se valen por momentos de la mano para taparse los ojos o la boca con la misma intención de recatarse. Estos recatos, efectivamente, no se tasan en el mercado pero las del personaje llegan a cotizarse por millones y su peripecia sentimental será capaz de enhebrar una sucesión de capítulos uno a uno obtenidos de la meticulosa exploración tras la pantalla de las gafas.