Vicente Verdú
Las virtudes monogámicas promovidas en varios libros norteamericanos recientes como The Couple’s Comfort Book (Harper San Francisco) hasta The Erotic Edge (Dutton) y Hot Monogamy (Dutton), han recibido el contraataque de Helen Fisher, quien desde su libro Anatomy of Love (Norton & Company) se ha convertido en un martillo de fieles.
Helen Fisher, una antropóloga sexual y televisiva al estilo de Elena Ochoa, con varios galardones profesionales, que ha estudiado durante diez años la vida de las aves, las abejas y los seres humanos, llegó a la conclusión de que vivir con una sola pareja de por vida no es sólo insólito sino antinatural.
Fisher define la infidelidad como una consecuencia necesaria de los procesos químicos cerebrales. Según ella, la fase de atracción y enamoramiento desencadena un chorro de anfetaminas naturales que pasan a convertirse, con el entrañamiento, en un baño de endorfinas y, después, a veces, siendo sobre todo joven, en simples detritus.
¿Cuánto puede durar una pasión? Según un par de estudios científicos sobre esta alquimia no más de dos o tres años. Que en algunos casos dure más y se hable de enamoramientos crónicos se debe, según Helen Fisher, a que esas relaciones han encontrado dificultades para vivirse plenamente -matrimonio de alguno de los dos, distancias insalvables, prohibiciones raciales, presidios- y han impedido la saturación de los niveles neuronales.
Pero ¿si la pasión tiende inevitablemente a marchitarse a qué viene seguir idealizándola? La contestación de la investigadora es que somos animales y nos hallamos atados por el amor para cumplir con las funciones de reproducción y cría de la prole.
El amor actúa como un instinto de supervivencia de la especie. Pero esto no conlleva que sea necesario casarse o seguir casados siempre. Hace apenas 150 años -recuerda Fisher- el matrimonio, aparte de que duraba menos por la muerte prematura de algún cónyuge, no tenía por qué relacionarse con el amor.
En sus conclusiones, pues, la monogamia es antinatural. En algunas especies de aves- ocas y cisnes- la pareja debe permanecer avecinada para seguir cuidando crías que tardan mucho en independizarse. Pero en los mamíferos, el 97% no siguen juntos; la especie humana es parte del otro 3% que debe cohabitar por razones paternales pero más allá de ese periodo no hay inducciones biológicas para conservar la unidad. Primero fue el pecado, luego la censura social, después la consideración de las rupturas como una desgracia lo que mantiene la vigencia monogámica, dice la antropóloga que se manifiesta esperanzada de que cambien las cosas.