Vicente Verdú
A falta de proyectos colectivos tenemos, ahora, el tremendo calor. Cuesta trabajo explicar cómo los líderes no hacen más énfasis en el actual estado climatológico español, o súper español puesto que su escala nos acerca a otras muchas naciones que forman parte del mismo cocido ambiental.
Lo natural casi nunca tuvo mayor prestigio que lo cultural, pero estos últimos tiempos biodegradables han conferido eminencia a los asuntos de la Naturaleza. En consecuencia, ya que no logramos, por ejemplo, que Europa ilusionara a los europeos ni su Constitución consiguiera más que embarrancar ¿por qué no disfrutar la solidaridad y el tufo de la colectividad asediada por las furiosas temperaturas?
No hay mejor manera de conquistar la comunidad que el acoso externo y pocas oportunidades más rotundas para vernos fundidos que la plúmbea oleada de bochorno sin piedad.
Los medios de comunicación, los políticos, los arúspices, los sacerdotes pueden estar desaprovechando una redonda ocasión de oro para rescatar la idea de Humanidad, de nación, de época.
Gracias al terrible calor hallamos un enemigo de suficiente escala para retarnos a la batalla. Y más allá de la batalla contra el ominoso sofoco, más allá de la victoria contra este cerco graso nos espera un espacio liso y fresco, propicio para el beso, compatible con el abrazo cuerpo a cuerpo, pleno de una esperanza tan anhelada como una brisa infinita y transparente como el tiempo futuro que todavía, jornada tras jornada, no vemos amanecer.