Xavier Velasco
Creo solemnemente —y la solemnidad es la coartada ideal— que una vida intensa es el mejor antídoto contra el síndrome de la página en blanco, igual que una ración de besos apasionados protege al organismo de los tumores fruto de la amargura. Luego de cuatro años de haber puesto pie en ella por primera vez, he vuelto a la ciudad hechicera que el primer día me hizo literalmente saltar de alegría, rodeado de belleza melancólica: Praga. Podría describir ahora experiencias, imágenes e incluso algunos sueños vividos a partir de aquel contacto, pero temo que así daría al traste con parte del segundo, que está pasando aquí y ahora, y eso me temo que es pecado capital. Dejo, pues, sitio amplio para la vida intensa que en estas calles se antoja inevitable. Y que mañana El Boomeran(g) vuele de nuevo.