Víctor Gómez Pin
El poeta francés Jacques Prevert describía cruelmente el destino de la clase obrera evocando la inquietud en las horas del domingo por la tarde, dado que se aproximaba el lunes, y el martes y el miércoles… y el domingo por la tarde. Sin duda desde entonces algo ha cambiado. El tiempo de ocio se ha duplicado (al menos en días, pues a veces se compensa con aumento de horas cotidianas de trabajo) sin que ello dependa excesivamente de las diferencias sociales y económicas entre países, como lo muestra el hecho de que el weekend (y la imagen de soledad que proyecta sobre las arterias de las ciudades) tenga tanto arraigo en Brasil como en Francia.
Mas vinculada a sábado o a domingo, una constante perdura: el fútbol, que aparece no sólo como referencia ordenadora de las jornadas de ocio, sino asimismo como complemento de las conversaciones político- humanistas del resto de la semana.
Los futbolistas (que en sus declaraciones suelen dar muestras de sensatez y mesura, cosa lógica puesto que son los únicos que en ese mundo han de responder a una dificultad perfeccionando una técnica) son quizás los primeros en lamentar que el fútbol se haya convertido en espacio privilegiado de delirio, es decir, de proyección de conflictos a los que uno no se enfrenta. Sólo en ocasiones, algún individuo salido de tono pone sobre el tapete la carga de frustración, resentimiento, alergia a la alteridad y hasta pura xenofobia canalizada hacia los estadios.