Víctor Gómez Pin
Interpreto la interrogación de José Lázaro: la tendencia difícilmente superable a erigir algún edificio que sea refugio y consuelo ¿no encontraría sofisticada expresión en la consideración del arte y en particular de la escritura como- según la expresión de Proust- "verdadero juicio final?
Marcel Proust afirma explícitamente, en relación a la teoría literaria, que un libro – y cabría decir en general la obra de arte- es el resultado de una dimensión de la personalidad que nada tendría que ver con la que se muestra en sociedad, la cual está determinada por las costumbres, las manías y, en ocasiones, las perversiones o vicios. Y todo indica que sólo en el momento en que adopta la resolución de escribir la Recherche, esta personalidad profunda, de ordinario encubierta por una identidad convencional, más o menos vacua y más o menos narcisista, está realmente aflorando e imponiéndose.
En cualquier caso el autor quiso que los lectores tuviéramos la impresión de una decisión ascética, análoga en intensidad (en modo alguno en coincidencia de causa) a la que determina la actitud mística, y sobre todo, quiso que los lectores nos hiciéramos partícipes de la disposición ética que ello implica. Por ello, en el borrador de texto que ofrecí a leer a José Lazaro enfatizaba la presentación que el Narrador (héroe principal de la Recherche y más o menos identificable al propio escritor- como más o menos el Stephen Dedalus de Portrait of the Artist as a Young Man es identificable a Joyce) hace de sí mismo como un frecuentador de ambientes mundanos, tan brillantes como a veces frívolos y esnobs, que, cuando finalmente se decide a escribir, lamenta emprender su tarea "en vísperas de la muerte y sin saber nada de mi oficio"
Escribía en el borrador sobre Marcel Proust enviado a José Lázaro que la determinación es entonces brutal, y ponía como ejemplo el siguiente párrafo en el que el Narrador en relación a cuál sería su actitud en el caso de que conocidos o amigos le importunaran mientras estuviera entregado a su tarea:
"Ciertamente, tenía la intención de volver, desde el día siguiente, a vivir en soledad. No toleraría visita alguna en los momentos de trabajo, pues el deber de realizar mi obra tenía primacía sobre el de la amabilidad, e incluso el de la bondad. Sin duda insistirían, ellos que no me habían visto desde tanto tiempo atrás, ahora que me habían recobrado y creyéndome sano, vendrían a verme, cuando la tarea de su jornada o de su vida se había acabado o interrumpido (…) Mas tendría el valor de responder (…) que tenía, en relación a cosas esenciales, respecto a las cuales era imprescindible que fuera informado sin retraso alguno, una cita urgente, capital, conmigo mismo(…) Y sin embargo, al haber poca relación entre nuestro yo verdadero y el otro, en razón del homonimato y el cuerpo común a ambos, la abnegación que nos hace sacrificar los deberes más fáciles, incluso los placeres, a los demás les parece egoísmo" (IV, 563-564)
Párrafos como éste provocarían por así decirlo la sospecha de José Lázaro. Seguiré ahondando en la misma.