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¿Sobre el agua?

Por 18 de septiembre de 2017 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

"…Fantasmal idea de que Moby Dick tenía el don de ubicuidad, que había sido encontrada en latitudes opuestas en el mismo instante temporal(…) originando las más curiosas y contradictorias especulaciones sobre los místicos modos a través de los cuales, tras sumergirse a gran profundidad se trasladaba con tal rapidez hasta los más distantes extremos(…). Así, por inferencia, algunos balleneros estimaban que lo que constituía un enorme reto para el hombre no lo era para la ballena" (Hermann Melville, Moby Dick).
Lo que genera el estupor de los balleneros es que el acontecimiento que supone la aparición de Moby Dick en un lugar del océano está temporalmente muy cercano al acontecimiento que supone su reaparición en un punto espacialmente muy distante, de tal manera que ningún ser vivo podría alcanzar la velocidad exigida por tal traslación. Reduciendo el tiempo hacia el límite cero y agrandando la distancia hacia la infinitud, el cetáceo podría simplemente cubrir instantáneamente cualquier intervalo espacial, de ahí la impresión de ubicuidad. La inmortalidad no es más que la ubicuidad en el tiempo, sostiene Ismael, el narrador de la tragedia; de ahí la creencia entre algunos marineros de que Moby Dick tenía no sólo el privilegio de la ubicuidad sino también el de la inmortalidad. Pero quizás el aparente don de ubicuidad del cetáceo es ya suficiente misterio…
 
En los años a lo largo de los cuales he venido colaborando en este foro, he tratado de temas muy diversos, en general vinculados a problemas filosóficos, aunque con incursiones en cuestiones ético-políticas y en alguna ocasión estético-musicales. Durante un tiempo los escritos llevaban el título genérico de "Asuntos metafísicos". Abandonado este encabezamiento al llegar al número fetiche de 100 columnas, mi colaboración se hizo más espaciada y más dispar respecto a la temática, aunque de hecho las cuestiones de filosofía natural siguieron siendo priorizadas. Concretamente (y ello me ha sido señalado en términos críticos por algún lector) ha habido como un obsesivo retorno de ciertos problemas centrales en la física cuántica, o por mejor decir: centrales en la filosofía que emerge de la misma (en este caso literalmente meta-física o reflexión tras la física).
Para intentar sintetizar en unas líneas la trascendencia filosófica de estos asuntos que la física cuántica nos plantea, he escrito a un momento dado: una cosa es que el mundo no sea como los sentidos lo perciben y otra cosa muy distinta es que el mundo no sea como la razón lo concibe.
Y una de las cosas que la razón no concibe es que en el laboratorio se constate un vínculo entre dos acontecimientos físicos A1 A2 que tienen cierta analogía con la inmersión y pronta reaparición de Moby Dick a una distancia dónde no cabía esperarla; un vínculo cuya descripción por el científico deja al que escucha tan estupefacto como los testimonios de la casi ubicuidad de Moby Dick dejan estupefacto al narrador Ismael y a los demás tripulantes del Pequod. No se entiende en concreto que (en el ámbito -no percibido por los sentidos en su inmediatez- de las partículas elementales) entre dos eventos separados en el espacio se den lazos indiscutiblemente físicos pero no atribuibles a vehículo alguno, vibración acústica o electro-magnética, campo gravitatorio o simplemente tubo o cordel. No se entiende, simplemente porque entender en física consiste precisamente en remitir ese vínculo (que hace indisociable lo que ocurre en un lado de lo que ocurre en el otro) a algo con caracteres físicos, tubo, cuerda, vibración…
Y precisamente porque no se entiende, la física de nuestra época o por mejor decir, la filosofía o metafísica sustentada en la misma, se verá tentada de avanzar hipótesis para llegar a entender, hipótesis que harían posible reconciliar lo que se observa (y en el formalismo cuántico hasta se prevé) con los principios que son el fundamento mismo de la intelección. Se trata concretamente de dar algún tipo de respuesta a la violencia que supondría el sorprendente fenómeno de la no localidad.
Para intentar encontrar una explicación se han aventurado hipótesis que acarrean todo tipo de problemas. Se ha hablado por ejemplo de una influencia ´causa- efecto a través de una nueva partícula que viajaría a velocidad superior a la de la luz, pero el precio de recurrir a tal hipótesis es caro. Pues si la reducción de ambos acontecimientos a polos de una relación causa-efecto (efecto de A1 sobre A2, por ejemplo) se efectúa en virtud de una partícula supra-lumínica, entonces la relatividad restringida garantiza que desde un referencial suficientemente veloz en relación al laboratorio… el efecto precedería a la causa.
 
Mas la ordenación: antes la causa, después el efecto parece casi como un universal del lazo que el hombre con el entorno natural y con su propio ser, una nota del proceso mismo de pensar, nota que no resulta de la ciencia, sino que es condición de la propia ciencia y desde luego de esa ciencia embrionaria que bajo el nombre de física aparece entre los pensadores griegos de Jonia. ¿Estamos pues dispuestos a explicar mediante el principio de causalidad al coste eventual de abandonar esa invariancia? E incluso, ¿explicar es compatible con el sacrificio de tal invariancia?
Instado por su maestro a aproximarse caminando como él sobre las aguas, el medroso discípulo es sumergido, por lo cual es tildado de hombre de poca fe:
"A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua. Cuando los discípulos lo vieron andar sobre el agua, se asustaron, y gritaron llenos de miedo:
-¡Es un fantasma!
Pero Jesús les habló, diciéndoles:
-¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo!
Entonces Pedro le respondió:
-Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua.
-Ven -dijo Jesús.
Pedro entonces bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo; y como comenzaba a hundirse, gritó:
-¡Sálvame, Señor!
Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo:
-¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?"
(Mateo 14, 25-31).
 
¿Poca fe en el alma de Pedro? No hay duda si Jesús lo dice. Pero si no hubiéramos leído la última frase, podríamos pensar simplemente que la mucha fe de Pedro se acompaña también de mucha razón. Pues una cosa es aceptar que en el otro mundo o más allá no rigen las leyes de este mundo (de hecho es casi una cuestión de definición), de tal manera que quepa una vida perdurable, y otros fenómenos contrarios al segundo principio de la termodinámica, y cosa muy distinta es aceptar que asuntos así se den en este mundo. Pedro acabará siendo vicario de Cristo…en la Tierra, precisamente porque nunca dejó de tener los pies en ella.
 
Supongamos por un momento que, ya convencido de que no se trata de un fantasma, pese al amor, respeto y hasta temor que el Mesías le inspira, el buen juicio de Pedro (pescador, no lo olvidemos) se siente violentado y pone en cuestión que las aguas sean en ese momento el verdadero soporte de los pies de Jesús. Obviamente no atribuye a su maestro una intención de engañar. Pedro tiene simplemente la sospecha de que un tercero estuviera utilizando la convicción que Jesús tiene de sus poderes sobrenaturales y la credulidad de sus discípulos (como en el Quijote tantas veces se utiliza el desvarío de Don Quijote y la ingenuidad de Sancho), montando una trama de ilusoria marcha sobre la superficie del mar de Galilea, a fin de mofarse abiertamente de los protagonistas cuando el artificio fuera desvelado.
Ante tal sospecha, Pedro se propone desarmar al burlador, descubriendo él mismo el truco y revelándolo a su maestro para que este abandone su propia credulidad y así evitar el bochorno. Conjetura Pedro que en ese tramo hay algún soporte sólido, algunas rocas lisas que el agua llega justamente a recubrir, o algún otro artificio, simplemente una serie de amplias tablas de madera ancladas por unos listones en el fondo (como las pasarelas que hoy en Venecia a veces llega a cubrir el acqua alta); o quizás sus burladores se han hecho con algún material transparente, de imperceptible grosor pero con suficiente resistencia; incluso tiene la premonición de algo que evitaría atribuir el fenómeno a las artimañas de un burlón: una singular combinación de la densidad del agua y de la atmósfera habría formado en el mar de Galilea ese raro fenómeno de congelamiento superficial que se ha llamado "congelación de manantiales".
En cualquiera de las hipótesis, algo bajo sus pies soporta a Jesús. Por ello, cuando este le invita a acercarse, Pedro desciende sin temor de la barca, con el resultado descrito en el texto de empezar inmediatamente a sumergirse, comprobando que bajo los pies de su maestro…no hay efectivamente más que agua; agua quizás enturbiada por la presencia de algas, pero finalmente agua, en la cual se agita tembloroso, pidiendo la ayuda del excepcional ser al que está permitido lo que a los hombres está vetado (al igual que la ubicuidad está permitida en Moby Dick) y quien, adivinando sus pensamientos escépticos, podría recriminarle no ya su carencia de fe sino el haber osado acotar sus prodigiosos dones con lo que la naturaleza posibilita. "Efectivamente, el Maestro camina sobre las aguas" habría acabado por reconocer Pedro, dando así el paso de admitir una intersección entre lo que rige en el mundo que es entorno de nuestras vidas y lo que rige en un más allá, cuya potencialidad se nos escapa. Pues bien:
La física del siglo XX se ha visto sometida a una secuencia de retos, no menos provocadores que para el buen sentido del pescador Pedro supone el marchar de su maestro sobre las aguas. Recuérdese la sentencia de Einstein sobre el principio de localidad- contigüidad: "Si este axioma llegara a ser abolido la postulación de leyes que podrían ser verificadas empíricamente en el sentido aceptado del término, sería imposible". Y sin embargo la contigüidad era puesta en entredicho, no sólo por las previsiones estadísticas de la física cuántica, sino también en cruciales experimentos dentro y fuera del laboratorio; y ello en condiciones tales que al respecto no caben ya mayores dudas que las que pudiera albergar Pedro tras sentirse sumergido por las aguas.
Pues a priori la incredulidad de los físicos en relación a lo que acabarían por probar no era menor que la del pescador del mar de Galilea. Recuérdese que se trataba de ver si fotones escindidos a partir de una común matriz, mostraban efectivamente un vínculo en su comportamiento que no pudiera ser explicado por lazos clásicos de localidad o contigüidad. Y para ello se comienza por asegurase que efectivamente no hay tales vínculos:
En el experimento de laboratorio, para cada fotón de la pareja escindida hacia un lado y otro del dispositivo, el trayecto se plaga de trampas tendientes a hacer imposible que un mensaje pueda llegar desde el partenaire. Y una vez asegurados de que ninguna variable física conocida perturba el experimento, comprobamos entonces si en tal situación de pureza, los niveles de correlación o anti-correlación empíricamente constatados en el comportamiento de las parejas de fotones siguen respondiendo a las previsiones cuánticas. Y al constatar que la respuesta es positiva no hay ya excusa… habrá que asumir que algo violento para nuestra capacidad de intelección tiene realidad física, como el Pedro del apólogo asumió que el ser físico Jesús, y no sólo su fantasma, camina sobre las aguas:
"Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo:
-¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?"

 

 

 

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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