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Nuevo cuento mexicano

Por 19 de septiembre de 2017 Sin comentarios

Julio Ortega

 
(Entrevista de Alessandra Miyagi, El Comercio, Lima)
 
 
¿Qué lo motivó a hacer una antología del nuevo cuento mexicano?


Las antologías  celebran la fugacidad de la literatura. Las malas  antologías pretenden un Olimpo, hacer justicia, postular un cánon. Yo creo que las mejores se deben a su tiempo, testimonian su deshora, el gusto de la lectura. Tienen la vivacidad de lo precario, y nos permiten compartir la creatividad de la ficción. Mi antología mexicana nace de esta inquietud por lo nuevo. Algo novedoso ocurre en  el relato mexicano reciente, que excede el agonismo  que ha dado cuenta del país y sus dramas. Los más jóvenes exorcisan la tragedia, construyen otras redes de lenguaje solidario. El ámbito emotivo, los lazos afectivos y la intimidad del habla, reinician en estos relatos con brío, ironía y agudeza, un horizonte alternativo.

 

 

¿Podemos ver el mismo fenómeno en el Perú y en otros países de Latinoamérica, o es algo exclusivo de la narrativa mexicana?


Ocurre otro tanto en todas partes, con distintas entonaciones. En Argentina, hay una búsqueda errática del lugar del sujeto en la ciudad. Los personajes se definen por su  control del espacio contrario. En Chile predomina una revisión  generacional, que cuestiona los linajes, el mito de la familia chilena. Hay una indeterminación del lugar a ocupar. Un poema dice: "Mi padre se fue de casa y me dejó el desierto de Atacama." Toda una declaración de pérdida, un cuestionamiento del orden patriarcal, y el desierto de futuro que los jóvenes heredan.


Lo que veo en la literatura reciente es el extravío de la comunidad. Se explora la precariedad de la nación, la ciudad, la familia…El Perú es una casa en ruinas, poblada de fantasmas, de violencia y corrupción. Se dice que América Latina nunca ha estado mejor que hoy, pero  me temo que nunca ha sido más infeliz. El lenguaje está herido, y los escritores negocian con ese rédito de violencia un espacio de respiración. De allí los retratos del patriarcado que hacen cuentas del extraordinario derroche de poca fe, que define al Perú contemporáneo. Los padres comparecen con sus versiones en las novelas y relatos de Ampuero, Cueto, Karina Pacheco, Renato Cisneros, Santiago Roncagliolo…

 

 

Hace diez años, cuando se realizó la primera edición de Bogotá 39, usted fue muy crítico de este evento…


Algunos eventos como aquel postulaban una voluntad canonizante. Casi una  iglesia que entronizaba autores obispales desde jerarquías basadas en la mera consagración de la prensa. De alli la obsolescencia de esa literatura ferial. La mejor narrativa va por otras vías. Para mí uno de los textos más importantes del Perú del siglo XX es Montacerdos de Cronwell Jara, que muy pocos han leído. Es una representación del Perú moderno como infierno. O sea, como lugar ilegible, cuya violencia autodestructiva nos ha degradado. Arguedas, en Los ríos profundos nos propuso una nación como Infierno. Y Vargas LLosa lo ha hecho en su Cinco esquinas, que es una metáfora infernal, donde la comunicación humana ha sido corrompida por la prensa amarilla. Y, ¿por qué Montacerdos no está en el primer lugar del canon peruano? Porque Cronwell Jara es un escritor ajeno a los purgatorios feriales. 


  ¿A qué cree que se deba que las editoriales grandes no apuesten por las formas breves y sí por las novelas? ¿Los cuentos no son rentables? ¿Cómo ve la salud del cuento?
El cuento actual, me atrevo a creer, es más audaz, creativo,independiente,global y empático que la novela. En estos años de empobrecimiento masivo de la novela (los best-sellers contribuyen al calentamiento global), el cuento ha renovado todos sus protocolos y convocaciones. Daniel Alarcón es uno de los mejores cuentistas nuestros, aunque es intraducible la vivacidad anímica de su prosa. Y, claro, César Gutiérrez es inclasificable. Y Leo Aguirre es capaz de escribir la historia de todos nosotros. 
Ud. ha mencionado a Carlos Yushimito, Ezio Neyra, Claudia Ulloa, Katya Adaui  y Karina Pacheco, entre los autores jóvenes que le llaman actualmente la atención. ¿ Y los menores de 40 años, como los de la antología del  cuento mexicano?
Realmente jóvenes son todos. Cronológicamente, hay promociones, ferias
y concursos…La edad de los autores no es una virtud en si misma, y los géneros  reparten lo mejor con imparcialidad deportiva. Hay autores que en cada libro son más jóvenes, como Fernando Ampuero y Alonso Cueto. En su Santiago Roncagliolo, última novela, se remonta a la infancia para recuperar al padre. En Perú, la juventud es un acto fe. 
¿Qué  le parece la nueva selección de Bogotá 39, donde aparecen tres peruanos: María José Caro, Claudia Ulloa y Juan Manuel Robles? Dejando de lado el hecho de la arbitrariedad de estas listas, ¿le parece que esta selección es justa o encuentra ausencias importantes?
Estimo mucho la prosa de Claudia Uloa, y habrá que leer a Caro y Robles. Para eso sirven las ferias, para no perder la esperanza en la próxima página. Repito que todos los escritores jóvenes ganarán algún premio, estarán en una feria, y serán antologados, simplemente por razones estadísticas. La parte ferial de la literatura no es para los escritores, es para el lector. 
 
 
J. Ortega. Nuevo relato mexicano. Lima, PEISA, 2017; México, Orfila, 2017. 
 
Cuentos de Aurora Penélope Córdoba, Pablo Piñero Stillman, Verónica Gerber Bicecci, Joserra Ortiz, Rafael Acosta, Elvira Liceaga, César Tejeda, Alejandro
Aguirre Riveros, MariJo Delgadillo, Nicolás Cabral, Vanessa Garza Marín,
Liliana Pedroza, Luis Felipe Lomelí, Heriberto Yépez.  

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Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

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