Víctor Gómez Pin
Un artículo en Nature en mayo de 2021 daba cuenta de los resultados de un experimento en la universidad de Stanford: a una persona afectada por una lesión tetrapléjica se le insertaron pequeños electrodos en partes del cerebro vinculadas al movimiento de los brazos. Tales sensores detectan la actividad neuronal correspondiente al deseo de activar el brazo y la mano con vistas al trazado de letras. La información es entonces transmitida a un ordenador que escribe las frases deseadas. Se trata de un experimento en el marco de un programa denominado Brain Gate.
Lo que se ha conseguido es escribir 90 caracteres por minuto, cuando en experimentos anteriores no se habían pasado de 40 caracteres, no se trata pues de un salto cualitativo. Por otro lado Humberto Bustince ha señalado que el experimento estaba desde el inicio focalizado en un individuo concreto (la máquina estaba por así decirlo adecuada a los rasgos de funcionamiento de ese individuo) y no en la mente de personas en general. La observación es tanto más pertinente cuanto que el equipo dirigido por el propio Bustince en la universidad pública de Navarra, hace tiempo que realiza experimentos aplicables a cualquier persona, aunque restringidos a la reacción neuronal a preguntas elementales que sólo exigen la respuesta sí o no.
Conviene recordar que el trazado caligráfico es algo enormemente complejo (de ahí las dificultades de las primeras redes neuronales para avanzar en el mero reconocimiento de dígitos manuscritos) y compleja es pues la actividad neuronal que le da soporte. Así que pese a las observaciones que preceden, el asunto es desde luego impresionante, y desde luego abre la puerta a interrogaciones de calado.
Si he entendido bien lo que se ha conseguido es detectar las señales de que se intenta efectuar una acción física, no directamente el pensamiento que ha dado lugar a tal voluntad. Supongamos, pues, que (contrariamente al caso evocado) no se tratara de un pensamiento tendiente a la activación de un órgano, sino de pensamiento sin otra intencionalidad que el pensamiento mismo, un pensamiento abstracto, relación matemática, por ejemplo, o una asociación metafórica; un pensamiento en suma no vinculado a la acción física. ¿Podrían sensores análogos a los evocados decir algo de esta actividad neuronal sin intencionalidad de traducción en gesto físico luego con correlato meramente eidético?
Obviamente el pensamiento tiene soporte en el cerebro, y la correlación neuronal de tal acto de pensar podría eventualmente ser captada por sensores análogos a los considerados. Cabría entonces decir que estos sensores interrelacionan casi directamente con el pensamiento. En suma: una cosa es que una máquina reconozca los correlatos neuronales de la intención de trazar físicamente un dígito o una letra y otra que reconozca los correlatos neuronales del puro pensar. Si dejamos aparte casos de metapsicología, entendemos al otro a partir del aspecto físico del signo lingüístico saussuriano, sea este verbal o visual (tal el lenguaje de los sordomudos). Y es efectivamente sorprendente la posibilidad de que un instrumento acceda a lo que a nosotros mismos parece estar vedado.