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Revisión Jónica: Marca del espíritu científico e interrogante que abre a la filosofía

Por 18 de octubre de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

En muchos de los textos aquí presentados he insistido en el peso de una tesis (defendida entre otros por Erwin Schrödinger): el fundamento mismo de la disposición de espíritu que caracteriza al científico reside en asumir el doble postulado según el cual la naturaleza es inteligible y la intelección es en sí misma neutra en relación a su objetivo. Cabe incluso decir que esta es la base del optimismo gnoseológico, pues  obviamente el científico presupone  la concordancia de la razón y las cosas, pero quedaría fuertemente desmoralizado si pensara  que inmediatamente después de ser observadas… las cosas ya no pueden ser como eran antes de que  el apuntara a  desvelarlas, es decir, que nunca podrán ser aprehendidas tal como son en sí.

Una cosa es constatar regularidades en la escena de los fenómenos naturales y otra cosa muy diferente es considerar que las mismas tienen soporte en algo que está tras ellos y los determina, garantizando así que tales regularidades no son accidentales. Cuando esta convicción se impone, surge la interrogación: ¿en qué consiste ese substrato?

Se aventura de entrada la hipótesis de que se trata del "agua". El agua de Tales no es exactamente nuestro H2 O, sino más bien esa liquidez en la que todo lo aparentemente sólido parece a la postre destinado, pero en todo caso, comparada  a algo como los números (en los que algunos verán el auténtico fundamento),  sigue siendo próximo a lo que los sentidos pueden reconocer como familiar.

Agua u otro elemento, en la búsqueda del substrato la percepción sensible juega un papel primordial. El hombre espontáneamente acepta lo que sus sentidos le presentan.  Y sólo llegar a desconfiar de los mismos si algo por así decirlo grave acontece (por ejemplo el recuerdo de haber sido víctima de una alucinación, o-como el Discurso del Método se indica-  el recuerdo de haber tomado por verídicas las ficciones oníricas). Si se llega a pensar que los sentidos no son disociables de la imaginación o del razonar estamos en un lío. En cualquier caso, el hecho de que tras la percepción de los fenómenos naturales situemos algo como el agua refleja aun un grado de confianza en lo sensible.

Anaximandro comparte con su maestro Tales argumentos suficientes para dar peso a la hipótesis de que el poder generador radica en el agua. Pero también tiene argumentos en contra, y estos acaban pesando más. Y (como el físico Carl Rovelli  ha enfatizado) esta diferencia respetuosa respecto a lo que el maestro sostiene es como la marca del espíritu científico. Anaximandro está atento a la necesidad natural, no a lo que Tales ha aventurado con toda honradez sobre la necesidad natural. No hay diferencia alguna respecto a la actitud de Einstein ante Newton: el proyecto de dar cuenta de la naturaleza hace superflua (e incluso perjudicial) la hipótesis de un espacio y un tiempo absolutos, y por eso se elimina, sin por ello poner en tela de juicio la grandeza del físico británico.

Sin embargo, pasar de constatar que por doquier hay agua y cosas que se hacen liquidas, a sostener que todo es agua, es dar un enorme salto, que los sentidos no pueden dar por sí mismos y en el que interviene decididamente el intelecto. Pero hay otro paso aun más cargado de consecuencias, a saber: efectuar efectivamente la reflexión que precede; percatarse de que sólo el intelecto da testimonio de la afirmación según la cual todo es agua. En ese momento el objetivo de nuestra interrogación ha cambiado. Hemos dejado de indagar en la naturaleza a fin de interrogarnos sobre el ser que tiene esa capacidad de indagación. 

Un indicio de la nueva situación se encuentra confrontando  alguno de los fragmentos  de Heráclito que más dolor de cabeza han dado a los intérpretes[1]. En la dificultad misma de discernir si lo invariante tras la multiplicidad de lo que acontece es el fuego o es el verbo, tenemos un indicio de que la frontera entre lo que concierne a la physis y lo que concierne al sujeto que reflexiona sobre la physis se ha hecho porosa. Heráclito es ya un reflejo de ese momento en el que la ciencia de la naturaleza ya ha perdido su autonomía, es decir: siguiendo sus propios meandros ha desembocado en otro asunto.

Y aun hay un paso más, pues una cosa es asumir la inevitabilidad de la perturbación de la percepción sensible por el  entendimiento y otra cosa muy diferente es considerar que no se trata del entendimiento propio, sino del entendimiento común o coral. Por un lado cabe decir que  tenemos en este paso simplemente una suerte de corolario de la disposición científica, que obviamente sólo asume una proposición si hay acuerdo sustentado en la objetividad. Pero el fragmento de Heráclito está asimismo poniendo de relieve la necesidad de considerar por sí mismo lo  que da soporte a la ciencia, ese logos del cual la ciencia es sólo una modalidad. El logos hace ciencia cuando dice que todo en la naturaleza es fuego, pero el logos está dejando de hacer ciencia cuando afirma que, en definitiva, todo es logos.

Nótese bien que la hipótesis del fuego como la hipótesis del agua puede o no ser confirmada por los fenómenos naturales, y en la medida en que no se de tal confirmación la ciencia consignará el desacuerdo y precisamente por ello avanzará. Mas cuando se trata de proposiciones referentes al logos mismo la naturaleza no es ya terreno de confrontación, la naturaleza en modo alguno legisla.

La ciencia natural se ha convertido en un  ámbito entre otros del problema que al logos se plantea. Ámbito sin duda privilegiado,  pues del mismo surge la interrogación que lleva a la filosofía; ámbito sin embargo ahora superado por otras interrogaciones relativas esencialmente al hecho mismo de interrogar y en última instancia al estatuto del sujeto que interroga.

Desde el punto de vista algo más que  historiográfico cabe pensar que ese deslizamiento hacia posiciones que sitúan al logos mismo en el centro de la interrogación tiene un momento clave en la radical novedad (casi provocación para Aristóteles) que había supuesto  la hipótesis pitagórica, según la cual las determinaciones numéricas son lo que realmente se halla en la base de la physis. Pues desde luego no es lo mismo decir que, en última instancia, todo se reduce a fuego que situar tras los entes naturales (  fuego  incluido) esa cosa literalmente inasible por la percepción sensorial que es el número. Que la justicia, el bien y en definitiva todo el orden de la polis sea número es desde luego algo ya bien singular, pero que además legisle tratándose de la physis, parece situar al nomos, la ley, en la fuente misma de la ananké, la necesidad.  Ciertamente    el orden temporal es  inverso, pues  la potencia del número se habría revelado  primero en esa cosa física que es el sonido musical, pero ello  no cambia mucho la cosa. Lo esencial es que, sometida al número, la necesidad natural no es autónoma; no depende ciertamente de los dioses, y tampoco de hombre alguno en particular pero, está de hecho sujeta a ese  logos que es matriz del número y  ante el cual, según el fragmento de Heráclito, cada uno de los hombres es sordo, aunque de hecho al mismo se reduzca todo su entender.  

"Los que al hablar buscan adecuarse a lo inteligible  han de buscar aquello en que todos coincidimos...[2] Sin embargo resulta que  "En lugar de seguir lo inteligible que marca el logos, la mayoría vive como si tuviesen sabiduría  propia – idian fronesin[3]

Es difícil encontrar dos intérpretes que estén de acuerdo en qué quiere decir el pensador, con razón o sin ella denominado "el oscuro". Pero no parece artificioso aventurar que cuando menos está denunciando la vacuidad del que toma su inmediata percepción del mundo como incuestionable. Esa persona  debería prestar atención al hecho de que estas sus evidencias  muy a menudo no coinciden con las del vecino. Otro fragmento hace decir a Heráclito que los que están en estado de vigilia poseen un solo mundo en común, mientras que  los que duermen penetran cada uno en su propio mundo.  Las razones de esta suerte de vivencia onírica  parece ser en primer lugar la confianza en los sentidos (puesto que estos son lo que directamente se contrapone al logos) pero también en una contaminación por estos sentidos del logos mismo, logos extraviado en los problemas individuales y las ilusorias vías de posible solución.

En cualquier caso Heráclito toca aquí dos aspectos absolutamente indisociables, la sospecha escéptica, la duda sobre lo que parece ser y la búsqueda de algo que parezca asentado. Lo común nos interesa, pero no lo común de lo cual sólo unos cuantos participamos (y que puede ser mero resultado de que compartimos un espejismo, o que hemos sido inducidos a creencia sin fundamento) sino lo común que realmente  es incontestable. ¿Y cómo accedemos a lo común? Pues quizás mirando el trabajo de los sabios observadores que hemos venido considerando, y ver qué hacían de hecho cuando creían estar atentos a lo que la naturaleza indica. 

 


[1] "Este mundo el mismo para todos, no lo generaron los dioses ni los hombres, sino que ha sido siempre, es y será un fuego eternamente vivo, que se alimenta de manera reglada y también con mesura se apaga." (D.K B 30).

"Este verbo aunque verídico, deviene siempre incomprensible para los hombres, tanto antes de que lo hayan escuchado como cuando lo escuchan por vez primera. Aunque todas las cosas acontecen en conformidad  a este verbo, no parecen  los hombres apercibirse de las palabras y los hechos  tal como los expongo,  cuando proceden a distinguir su naturaleza y decir lo que son.  Pues los otros hombres  son tan incapaces de aprehender aquello que hacen cuando están despiertos como de retener en la memoria aquello que han hecho dormidos" (D. K. B 1).

Presento una versión  del segundo fragmento, atribuido a Heráclito por Sexto Empírico,  haciendo abstracción de las controversias filológicas que ha suscitado. Concretamente la planteada ya  por Aristóteles (Retórica 1407b) respecto al término siempre (aiei), que puede ser atribuido a los hombres  siempre incapaces, o a la eterna veracidad del verbo. Asimismo sin mucha seguridad,  tomo partido por pensar que el que habla se identifica al logos cuyo mensaje escapa a todos los demás. Una cosa es decir que lo invariante tras la multiplicidad de lo que se muestra en la naturaleza es fuego, y otra cosa es decir que  lo que mueve los hilos es el logos. Que sea el mismo pensador el que haya dicho ambas cosas, no significa que esté hablando desde idéntico lugar. Lo primero lo dice desde la posición del que busca explicar aquello que tiene explicación y es eventualmente rebatible (que la hipótesis se revele verdadera o  haya que sustituirla por otra es lo que  forja la historia misma de la ciencia); lo segundo lo dice desde la frágil posición del que se convierte en vehículo del decir mismo.  De ahí quizás la dificultad de distinguir si habla Heráclito del logos o está hablando el propio logos.

[2]     DK,B, 114

[3]     DK,B 2

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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