Víctor Gómez Pin
El hombre no puede dar marcha atrás, no puede remontarse a la condición previa al lenguaje, no puede reencontrar la animalidad, ni puede retornar a la naturaleza en su forma virginal. Por eso, sus comportamientos más brutales y estúpidos siguen siendo propia y exclusivamente humanos. Pero si no puede volver atrás, sí puede negarse a desplegar lo que le marca: a este lado de la frontera que le separa de la animalidad puede quedarse justo en la orilla. Y de tal pusilanimidad dan cuenta prácticamente todos los hombres con los que tomamos a diario. Es entonces cuando los humanos parecen efectivamente masas provistas de vida y de agujeros por los cuales introducen reservas para perpetuarla. El tiempo se ceba entonces en tales seres, aunando a sus efectos corruptores la connotación suplementaria de verse reflejado. De alguna manera a lo que Marcel Proust y el Narrador de su Recherche nos mueven es a pensar en la posibilidad de dejar de ser sujetos pasivos del tiempo.