Jean-François Fogel
Hay que mirar cuidadosamente los cambios de consumo en los momentos de crisis. Dicen mucho sobre el ánimo colectivo. La semana pasada, al hablar con un amigo, presidente de unas de las agencias de publicidad en París, me entero de que los dos productos que mejor se comportan en Francia en este momento son el carmín de labios y el chocolate. «Son productos síntomas de la auto-indulgencia, me explicó mi amigo; cuando los tiempos son difíciles, uno intenta poner buena cara pero a la vez se autoriza un pequeño placer culpable que le puede hacer engordar». Me gusta la palabra: vivimos tiempo de auto-indulgencia.
Al escuchar esto (es verdad que tenemos una crisis cuyo tamaño desconocemos) me acuerdo del curso de un profesor de historia de la ideas políticas, Raul Girardet, un hombre de derecha, en el Instituto de Ciencias Políticas. «Francia, decía este señor, no quería combatir en la Segunda Guerra Mundial. Su pueblo quería la vida fácil como lo vemos en la tres publicidades más presentes de los años 30: Banania (un chocolate), Cadum (un jabón) y la Vache qui rit (un queso industrial). Estos productos y sus publicidades mostraban un negro alegre, un bebé alegre y una vaca alegre. No se prepara un país al combate con este espectáculo».
La pregunta ahora es: ¿cuál será el icono de la crisis económica? Ya modifica los comportamientos pero no tiene una imagen como resumen de su gravedad.