Víctor Gómez Pin
Vuelvo ahora a la pregunta que planteaba columnas atrás: asumiendo por un momento que un ente maquinal fuera susceptible de conocimiento científico… ¿podríamos ya sin más atribuirle la capacidad de creación plástica, musical o literaria? Uno de los puntos de arranque de esta reflexión es la tesis de la tripartición (irreductible a toda fuente común conocida) de la razón humana en tres vertientes, cognoscitiva, ética y estética, sobre las cuales reflexiona Kant en cada una de sus tres famosas críticas (Crítica de la Razón Pura, Critica de la Razón Práctica y Crítica de la Facultad de Juzgar). Los defensores de la equiparación de la inteligencia artificial a la inteligencia humana habrían de mostrar que la primera es susceptible de funcionar en ese triple registro. Pero además: habrían de matizar la diferencia misma en el seno de la kantiana repartición, sin proyectar sobre una de ellas criterios lo que es propio de la otra.
Y creo que el indignado artista (al que me refería en un texto anterior), miembro de la academia vasca Jakiunde que protestaba ante la presentación de una composición pictórica maquinal como obra de arte, estaba barruntando que la máquina había aplicado criterios propios de la razón cognoscitiva (temática propia de la primera crítica kantiana) apuntando a algo que concierne al sentimiento de lo bello o lo repulsivo (asunto que concierne a la tercera de las críticas). Es como si un pianista creyera que su dominio técnico del instrumento (asunto a tratar también en el marco de la primera crítica, pues hasta ahí se trata meramente de conocimiento) es lo que hace de él un artista.
Lo esencial del asunto reside en que tratándose de conocimiento, el objeto legisla, el objeto da o quita razón, mientras que tratándose de percepción estética la razón funciona como subjetividad (en ocasiones intersubjetividad) carente de baremo objetivo.
No hay general acuerdo sobre lo irreductible de la diferencia entre razón humana que apunta a la creación artística y razón humana que apunta al conocimiento. Es usual escuchar el argumento de que la percepción y creación estética responden a una forma de conocimiento que se ignora como tal. En una tesis como la hegeliana (según la cual el arte sería una figura del pasado inútil ya cuando el concepto adquiere vigencia plena) parece considerarse que en el arte se trata de un conocimiento asténico, pero al fin y al cabo se trataría de conocimiento (incluso se ha llegado a pensar que los imperativos éticos serían también corolario de una forma de conocimiento).
Establecida así la discusión, una de las modalidades de reducir la singularidad de la razón estética es anular lo que hay de específico en los instrumentos de la misma. Consideremos el caso de la literatura. La metáfora juega en ella un papel fundamental. Por ello, si se reduce la función de la metáfora en literatura a la función de la metáfora en ciencia se habrá ya quitado puntos a la tesis de la diferenciación entre la actividad cognoscitiva y la actividad artística de los seres de razón. Me centraré la próxima columna en este asunto.