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La causa de la naturaleza y la causa del animal de razón (XII): en los arcenes

Por 23 de abril de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Es bastante racional el estimar que de hecho las relaciones de producción existentes no permiten de hecho que el equilibrio ecológico se restaure. Pero para los gestores del mundo no se trata tanto de alcanzar tal objetivo sino de mantener a la población en el ensueño del mismo. Nadie ha comprobado el resucitar de la carne y ello no es óbice para que los que tal cosa predicen lleven siglos no sólo marcando las conciencias sino gestionando las implicaciones de tal sumisión desde un poderosísimo estado.
 

Y así mientras esperamos el día en el que el veganismo de la entera población haga ya innecesaria la militancia animalista o que la interiorización de los imperativos de salud haya acabado de hecho con la drogadicción, en los arcenes del mundo actual se multiplican los cuerpos humanos expuestos a la inclemencia, y en consecuencia (por fuerza al principio, pero más tarde simplemente por inevitable pérdida de la auto -estima ) seres humanos prestos a la mentira para obtener unos céntimos, o que lanzan una mirada furtiva temerosos de que alguien les vea hurgar en esa papelera en la que restos de alimentos pueden fácilmente ser mezclados con envoltorios de defecación canina.

Y voy más allá del caso límite de la mendicidad para referirme simplemente a la pobreza de carácter social. La pobreza no es un universal de la condición humana, es decir, algo que en una u otra medida toda sociedad ha de aceptar. No se debe confundir la pobreza social con la condición trágica de los seres humanos, con esa certeza que tienen los humanos, en primer lugar de su depauperación física (la pobreza o astenia, traducida emblemáticamente en la incapacidad final de reproducirse), en segundo lugar de ser seres de palabra que -en razón de su condición animal – van a morir. Asumir la finitud y la muerte es nuestro reto, pero no queremos ni debemos morir en la condición de indignidad en que muere un indigente. La pobreza es intolerable, simplemente porque no es compatible con la dignidad humana. Por ello se debe luchar contra todo resquicio de la pobreza. Ese es el auténtico combate. No hay ninguna modalidad de pobreza social que sea tolerable. La historia del anciano que muere solo, ignorado por sus vecinos, es algo más que trágica: es miserable. Y la miseria no tiene nada que ver con la tragedia.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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