Víctor Gómez Pin
Cuando las hijas de Edipo, Antígona e Ismene, debaten sobre si hay o no que responder a la ley oscura que las vincula a su hermano Polinicles, y dar a este la sepultura que la ley de la ciudad, encarnada por el tirano Creonte prohíbe, ambas hermanas están deliberando como seres inteligentes. Seres inteligentes motivados en este caso…por una idea de bien correlativa de la idea de deber. Nótese sin embargo que, en caso de diferendo entre ellas, no hay aquí manera de remitirse a una objetividad empírica que las pondría de acuerdo…pues aquí el criterio de la conveniencia de la acción no reside desde luego en algo empírico. La conducta a adoptar, sentida como imperativo, eventualmente en contra de los propios intereses, puede incluso ignorar todo criterio relativo al grado en el cual tal acción contribuiría a un amejoramiento objetivo del entorno social o del propio sujeto. De hecho, como tantas veces ha ocurrido en la historia, la muerte de un tirano, puede ser el desencadenante de un proceso que hace peligrar la coexistencia entre fracciones con intereses diversos, arbitrados hasta entonces por las leyes de la ciudad. El lector de la tragedia de Sófocles puede trasponer la situación de la heroína a la que cualquiera puede vivir en la tesitura de haber dado una palabra cuyo cumplimiento sería lesivo para sus intereses, o incluso los intereses de su entorno.
El ejemplo de transposición no es vano. Fantaseo un caso perfectamente verosímil. Supongamos que un déspota católico, o uno de sus esbirros, revela en confesión su propósito de efectuar una operación de castigo en la comunidad del propio sacerdote. El desgarro de este puede llegar al extremo de sentirse culpable de participar en un mal perfectamente objetivo, perosin embargo quizás no traicione lo que siente como deber imperativo.
A diferencia de lo que ocurre con la inteligencia cognoscitiva, no hay aquí objetividad científico-matemática o empírica a la que el juicio se subordine. La única objetividad a la que adecuarse es la razón misma, en última instancia en esa modalidad que constituye el respeto a la palabra dada. Pues bien, esta ausencia de primacía de la objetividad empírica o científico-matemática se manifiesta quizás aún más rotundamente cuando se trata de comportamiento de un ser movido por la forma de inteligencia que se manifiesta en el juicio estético.