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Inteligencia y sometimiento a la palabra: la máxima subjetiva de acción del confesor

Por 20 de abril de 2023 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

 

Cuando las hijas de Edipo, Antígona e Ismene, debaten sobre si hay o no que responder a la ley oscura que las vincula a su hermano Polinicles, y dar a este la sepultura que la ley de la ciudad, encarnada por el tirano Creonte prohíbe, ambas hermanas están deliberando como seres inteligentes. Seres inteligentes motivados en este caso…por una idea de bien correlativa de la idea de deber. Nótese sin embargo que, en caso de diferendo entre ellas, no hay aquí manera de remitirse a una objetividad empírica que las pondría de acuerdo…pues aquí el criterio de la conveniencia de la acción no reside desde luego en algo empírico. La conducta a adoptar, sentida como imperativo, eventualmente en contra de los propios intereses, puede incluso ignorar todo criterio relativo al grado en el cual tal acción contribuiría a un amejoramiento objetivo del entorno social o del propio sujeto. De hecho, como tantas veces ha ocurrido en la historia, la muerte de un tirano, puede ser el desencadenante de un proceso que hace peligrar la coexistencia entre fracciones con intereses diversos, arbitrados hasta entonces por las leyes de la ciudad. El lector de la tragedia de Sófocles puede trasponer la situación de la heroína a la que cualquiera puede vivir en la tesitura de haber dado una palabra cuyo cumplimiento sería lesivo para sus intereses, o incluso los intereses de su entorno.

El ejemplo de transposición no es vano. Fantaseo un caso perfectamente verosímil. Supongamos que un déspota católico, o uno de sus esbirros, revela en confesión su propósito de efectuar una operación de castigo en la comunidad del propio sacerdote. El desgarro de este puede llegar al extremo de sentirse culpable de participar en un mal perfectamente objetivo, perosin embargo quizás no traicione lo que siente como deber imperativo.

A diferencia de lo que ocurre con la inteligencia cognoscitiva, no hay aquí objetividad científico-matemática o empírica a la que el juicio se subordine. La única objetividad a la que adecuarse es la razón misma, en última instancia en esa modalidad que constituye el respeto a la palabra dada. Pues bien, esta ausencia de primacía de la objetividad empírica o científico-matemática se manifiesta quizás aún más rotundamente cuando se trata de comportamiento de un ser movido por la forma de inteligencia que se manifiesta en el juicio estético.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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