Víctor Gómez Pin
El algoritmo, se dice, hace poemas. ¿Cómo los hace? Una persona especializada en la disciplina declaraba en un periódico barcelonés » hace sonetos…aunque todavía no tiene la inteligencia poética». Obviamente, esto solo casa si el concepto de poema es equívoco, hasta el punto de recubrir otra cosa que lo que hace un poeta. Dudas pues sobre lo que denominamos poesía. Pues bien, señalaré un criterio que, de satisfacerse, llevaría a apostar que efectivamente se trata de un poema en el sentido cabal: surge y se despliega allí una metáfora hasta entonces jamás aparecida en lengua alguna.
Hay ejemplos múltiples de tan singulares metáforas, las cuales son quizás utilizadas por los algoritmos, con su prodigiosa capacidad de archivo y combinatoria, para crear » poemas» sin poseer “inteligencia poética”.
Constatado este proceder, cabe entonces que una inteligencia natural imite los métodos de la inteligencia artificial para forjar (en apenas unos minutos) un pequeño «poema».
“Y cuando el tiempo devoró el invierno/ En su isla de silencio, /Ante la piedra/El murciélago pudo ver/ La muerte ajena”.
Nada realmente nuevo en esta construcción, de hecho, utilización oportunista de un pequeño espectro del trabajo de dos creadores. No está excluido que dé el pego…no desde luego a quien lo forjó, sabedor de que se limitó a realizar una más o menos afortunada combinatoria.
El ser inteligente humano sabe perfectamente si está siendo ocasión de que las palabras se recreen o si está meramente instrumentalizando tal emergencia, es decir, manipulando el fruto del trabajo ajeno.
Sin embargo, quizás incluso la percepción de tal diferencia falta al algoritmo. Quizás para él la diferencia entre emergencia y combinatoria no se da, al igual que no se dan otras diferencias importantísimas cuando se trata del humano, tal por ejemplo el hecho objetivo del aprendizaje de la matemática, por un lado, y la connotación psicológica que en tal aprendizaje acompaña al humano, por otro lado. Me detengo en este asunto.
Confrontado a la tarea de aprender a programar en informática, el humano tiene como disciplina preliminar o propedéutica el aprendizaje de la matemática, concretamente el de las técnicas que un algoritmo despliega en una tarea específica.
Considérese el caso de la clasificación del conjunto de dígitos manuscritos. Ante un conjunto formado por millones de 9, 5, 3, etcétera, eventualmente muy deformados, ciertos algoritmos llegan a clasificar con una acuidad que deja estupefacto. Y para efectuar tal tarea utilizan técnicas matemáticas que van del algebra lineal a la teoría de probabilidades, pasando por el cálculo infinitesimal.
El estudiante de informática es de entrada iniciado en tales disciplinas y, superará con mayor o menor dificultad esta etapa preparatoria en función de su formación anterior, de su capacidad para la simbolización y obviamente de su interés digamos emocional tanto en relación a la matemática como al objetivo final de aprender a programar.
Dado que la buena relación con la simbolización matemática es uno de los retos complejos que acompaña a todo ser humano, y que muchas veces (en razón entre otras de la mala educación) la matemática literalmente asusta, el esfuerzo será intenso y habrá momentos de descorazonamiento. Supongamos, sin embargo, que esta etapa se ha superado. Pasamos entonces al trabajo de programación, Descargamos los programas oportunos, vemos que el algoritmo está digamos familiarizado con todo aquello que nosotros hemos aprendido. Una aplicación lineal le permite sopesar inputs y adicionarlos; a continuación, somete el resultado a una función no ya lineal que lo convierte en probabilidad de que se trate de un dígito u otro. Si el resultado es catastrófico (por ejemplo, salió probabilidad muy grande para un cero cuando se trata de un seis en el que el trazo a la izquierda se quedó muy corto), entonces la matemática sigue ayudando. El algoritmo aplica un método procedente del cálculo infinitesimal que permite reducir el error de manera sistemática hasta que este se aproxima a cero…etcétera.
Las técnicas matemáticas son aplicadas a diferentes problemas, desde el sencillo en apariencia (pues solo juegan dos valores) de prever la probabilidad de cara o cruz, en función del sesgo de la moneda (eventualmente sesgo nulo) hasta la clasificación de individuos como pertenecientes a una u otra especie, o la previsión de las probabilidades de que llueva, dados ciertos datos empíricos (la presencia de nubes, por ejemplo).
Este hecho permite decir que al igual que le ocurre a la inteligencia humana, también para el algoritmo la matemática es una disciplina por sí misma que no ha de ser confundida con la pluralidad de disciplinas a las que puede ser aplicada. El algoritmo ha de ser de entrada un matemático, y ya se verá hasta qué punto es eficiente en otras disciplinas. Pues bien, una pregunta (para la que no tengo respuesta clara, aunque sí tenga mi sesgo al respecto):
¿Aprendió el algoritmo las teorías matemáticas de las que se sirve con alguna dificultad, eventualmente algún olvido y consiguiente necesidad de repaso? En suma, ¿hay esfuerzo de simbolización en el algoritmo? ¿O más bien cabe pensar que su progreso en el aprendizaje de las técnicas se efectúa de manera puramente maquinal, sin asomo de variable psicológica que anima en la tarea o eventualmente la dificulta? Sólo en la primera hipótesis la inteligencia algorítmica tendría algún tipo de analogía con la profunda pero frágil inteligencia del ser que ciertamente computa, pero narra (eventualmente con metáforas nunca antes surgidas) y desde luego importa; profunda y amenazada inteligencia del ser que cuenta.