Víctor Gómez Pin
Y desde luego no está hoy excluido que pueda alcanzarse una reducción significativa de la contaminación o una extensión de derechos hasta ahora considerados "del hombre" a otras especies animales (incluso a ciertas seres artificiales que se considera dotados de inteligencia), mientras queda eternamente diferida la efectiva actualización de tales derechos al conjunto de los animales de razón, a la especie humana genéricamente considerada, persistiendo así la imagen de la indigencia callejera hasta en las ciudades más ricas del planeta. ¡Ahí reside sin duda una radical modalidad de escándalo!
Pero estoy enarbolando una segunda exigencia: además de derecho a la subsistencia y a la decencia del entorno, ha de ser también un derecho el ser ayudado (por la educación si se quiere) a preguntarse cuál es la función del hombre, por el hecho de ser hombre; qué corresponde, qué viene aparejado a nuestro ser, qué nos determina. Un abordaje simple:
¿Puede nuestra condición natural dar cuenta exhaustiva de nosotros y nuestro comportamiento o hay algo imprevisto, no exactamente en el sentido de no previsto por un dios, sino por la información que todo lo que antecede ha recibido. ¿Hay alguna decisión en la que sólo el lenguaje del hombre interviene? ¿Hay en definitiva alguna expresión de libertad respecto de la naturaleza y sus complejos códigos? En cualquier caso siempre ha habido quien ha apostado a ello. Quiero acabar esta reflexión citando las palabras de Jules Michelet que citaba unas columnas atrás:
"No todo pólipo se resigna a seguir siendo pólipo. Hay en la república de los pólipos alguna criatura inquieta que se dice que la perfección de esta vida vegetativa no es la vida. Sueña con otra dispar: alejarse y navegar en soledad, ver lo desconocido, el amplio mundo, recrear, exponiéndose al naufragio, algo que despunta en esa criatura y permanece oscuro para uno:
El alma".