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En torno al «teorema del libre arbitrio»

Por 6 de junio de 2017 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

 "Einstein no podía llegar a creer que ‘Dios a juega a los dados con el mundo’, sin embargo podríamos conseguir que se reconciliara con la idea de que Dios deja que el mundo siga su ruta en libertad" " (J. Conway and S. Kochen)

 

A fin de bajar sus humos por el hecho de  haber pescado una lubina, el  ingenuo ocioso señala al pescador de caña que su logro carece de mérito pues  le ha visto poner un pequeño cebo en el anzuelo… Para los autores del texto que voy a comentar análoga sería la objeción que harían físicos, matemáticos, filósofos y teólogos a las radicales conclusiones que extraen de su "Teorema del libre albedrío(1)": les  reprocharían en efecto  que sólo logran proclamar la libertad radical al precio de  presuponer  un grado de la misma; y en efecto: "usamos un minúsculo conjunto de de libre albedrío en los humanos, a fin de deducir el libre albedrío, no ya de partículas de nuestro interior, sino de todo el universo" (2).

Para quien estas líneas despierten desde el primer momento irónico escepticismo,  recordaré que uno de los autores (Simon Kochen ) está asimismo asociado a otro  teorema que ocupa un lugar de preferencia en la historia de la teoría cuántica, hasta el punto de que ha sido parangonado en peso con el teorema de Bell, que supuso un enorme golpe para la esperanza de Einstein de reconciliar la teoría cuántica con la concepción ortodoxa de la naturaleza. El  "minúsculo" conjunto de premisas, análogo al cebo en la caña del pescador empieza por lo  siguiente:

 Supongamos que  el científico ha de realizar una medición (concretamente el spin de una partícula), cuyo resultado está asociado a la dirección en la  que dispone sus aparatos. Supongamos además que  el experimentador no está determinado a elegir una u otra dirección por razones derivadas de la información que posee, obviamente  tampoco por una arbitraria orden. En suma, en el acto de disponer  sus aparatos sólo está marcado por su voluntad y no por eventos o imperativos externos  de los cuales haya podido tener información. Pues bien, el teorema del libre arbitrio indica "grosso modo" que complementando esta circunstancia con ciertos  presupuestos (tres axiomas, que aquí obviaré) tampoco las partículas pueden hallarse determinadas por el pasado (3):

Teorema del libro albedrío: "Si la elección de direcciones en la cual se realiza el experimento de medir el spin 1 no es una función de la información accesible a los experimentadores,  en este caso la respuesta de la partícula tampoco puede ser función de la información accesible a ellos"(4). 

Supongamos el caso opuesto: la información que el observador tiene, hace que sólo la posición de sus instrumentos  en una determinada dirección tiene sentido físico… entonces cabría que el resultado  estuviera pre-determinado y tendría sentido decir que el resultado es una propiedad de la partícula, expresión de la historia de la misma que el experimentador se limita a comprobar. Mas  supuesta la libertad  del observador, el teorema nos dice que  la partícula carece de historia, o al menos, según la explicita declaración de los autores, no está determinada por historia alguna.

Las cosas reciben información, pero eventualmente su comportamiento no consistiría en dar consistente respuesta a tal información. Y como la información procede del pasado, cabría decir que las cosas observadas son libres del pasado. Su comportamiento sería así "espontáneo", es decir, no determinado por acontecimientos precedentes. No se trata de una pequeña implicación y desde luego (como veremos algo más adelante) acarrea consecuencias a la hora de determinar cuál ha de ser nuestra actitud en relación a la historia previa, sea social, natural o individual.

La demostración del teorema es compleja y me limito a señalar que todas sus premisas son  perfectamente consistentes con la ortodoxia cuántica. Este extremo es importante en la medida misma en la que siendo la física cuántica una teoría  clave no sólo en  nuestra concepción del orden natural sino en  la economía mundial, todo lo que no sea compatible con sus previsiones parece quedar desacreditado a priori, lo cual explica que  las hermenéuticas de la disciplina (por diversas y hasta antagónicas que en el plano filosófico puedan ser entre ellas) intenten no poner en entredicho las previsiones de la teoría y los datos experimentales (otra cosa es que lo consigan).

Me focalizo ahora en la cuestión más peliaguda, a saber, la casi provocativa utilización de la expresión "libre albedrío". Recordemos: si los observadores tienen  la propiedad de no estar determinados en su comportamiento efectivo, entonces las partículas tiene asimismo tal propiedad. Ahora bien: nadie se extrañaría si a tal  proceder del observador se le denomina "libre albedrío"; pero entonces estiman  los autores no hay razón para no extender la expresión a las propias partículas: "Puesto que esta propiedad de los experimentadores es un ejemplo de lo que usualmente es llamado’ libre albedrío’, encontramos apropiado  utilizar el mismo término para referirse a las partículas"(5). 

El lector puede estimar que hay aquí un sofisma, y que voluntariamente los autores están homologando no determinismo y libre albedrío. Cabría  eventualmente asumir que la propiedad de no hallarse determinado por información accesible es compartida tanto por las partículas como por el observador humano, y  en este caso aceptar que ambos  son libres, pero ¿es  ello suficiente para hablar de libre albedrío, free will, de la partícula? La respuesta positiva supondría asumir que  efectivamente las partículas tienen will, (voluntad) lo cual, ateniéndose a la simple etimología  de la  palabra implicaría atribuirles deseo y en consecuencia exigencia.  Pues bien:

En una conferencia en enero de 2005 (es decir, meses después de la publicación de la primera versión del teorema) John Conway dio a un miembro del auditorio esta provocativa respuesta: "If you don’t like the term Free Will, call it Free Whim – this is the Free Whim Theorem (si no le gusta la expresión libre voluntad cámbiela usted por la expresión libre capricho) (6). Probablemente no será el cambio de Will a Whim que habrá hecho desaparecer el escepticismo del oyente.

Pese a esta objeción (que llevaría probablemente a una interpretación "débil" del  artículo y hasta a un aconsejable cambio de título) el teorema tiene importantes implicaciones, no sólo en lo relativo a las cosas naturales sino también en lo relativo al testigo de las mismas, es decir al ser humano.

Recordemos que el "libre" comportamiento de las partículas es corolario de la capacidad que tiene el experimentador de  privilegiar una dirección u otra (7); el  libre comportamiento de las cosas se  sustenta  pues en nuestra propia libertad.  En consecuencia, exigencia mínima para nosotros es no ser menos libre que las partículas que nos constituyen, no ser menos libres que nuestra mera naturaleza(8).

Cuando, desde los physikoi de Jonia hasta  la teoría de la relatividad, nuestra percepción de la naturaleza estaba sustentada en la necesidad natural y el determinismo, el físico podría complementarse con el teólogo o el filósofo trascendental con vistas a asegurar la singularidad humana: el primero sobre la base de Dios; el segundo esgrimiendo el argumento de que la necesidad natural exige un testigo de la misma.

Teólogo y filósofo trascendental son sin embargo  puestos en tela de juicio por el reduccionista que, enfatizando la homología genética entre el ser humano y otras especies animales, puede llegar a estimar que el primero es potencial objeto de ciencia, o sea que hay una ciencia del hombre (sólo podría haberla al precio de desvirtuar totalmente el sentido de la palabra ciencia). Por ello las controversias relativas a la física cuántica son tan enriquecedoras. Pues frente a las tentativas de exhaustiva naturalización del ser de lenguaje, cuando menos dejan la puerta abierta a considerar la hipótesis de que el hombre, siendo obviamente un ser natural, es sin embargo radicalmente singular respecto de su entorno; considerar la  hipótesis de que el hombre es  la unidad focal de significación del propio orden natural. 

 


(1) John Conway and   Simon Kochen  Theorem of Free-Will, Foundations of Physics" 36, 2006. P.27

(2) "we use only a minuscule amount of human free will to deduce free will not only of the particles inside  ourselves, but all over the universe" P.1

(3) "On the basis of three physical axioms, we prove that if the choice of a particular type of spin 1 experiment is not a function of the information accessible to the experimenters, then its outcome is equally not a function of the information accessible to the particles" (p.1)

(4) "The Free Will Theorem" p.3.

(5) "Since this property for experimenters is an instance of what is usually called ‘free will’, we find it appropriate to use the same term also for particles" (p. 4).

(6) Reported  online by the   attendant J. Nagra: "Conway’s Proof of The Free Will Theorem".

(7) "[If] there exist any experimenters with a modicum of free will, then elementary particles must have their own share of this valuable commodity what we shall show is that the particles’ response  to a certain  type of experiment is not determined by the entire previous history of that part of the universe accessible to them. The free will we assume is just that the experimenter can freely choose to make any one of a small number of observations" (P.1 el subrayado final es mío)

(8) Si el libre arbitrio es opuesto al determinismo ha habido sin embargo a lo largo de la historia del pensamiento tentativas de conciliación entre ambos. La misma "solución" propuesta por Luis de Molina a la aparente incompatibilidad entre la predestinación y las virtudes de la Gracia(asunto delque aquí ya me he ocupado) es una de ellas. Los autores del presente teorema se refieren más bien a las  tentativas de compatibilidad  inspiradas por  Hume. Como la física que este conocía era determinista, o bien se afirmaba la separación  del destino humano y el destino del orden natural, o bien se encontraba un compromiso. Como la física cuántica, al menos en su modalidad ortodoxa, no es determinista, los autores de este teorema lo tienen más claro: tanto para las partículas como para el ser humano  no hay más libertad  que el hecho de que el futuro esté abierto: "The only kind of free will we are discussing, for both experimenters and particles, is the active kind of free will that can actually affect the future, rather than the compatibilists’ passive variety that does not" (p.25).

 

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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