Víctor Gómez Pin
Marx anunciaba el "hombre total", el hombre que liberado del mal provocado por causas sociales contingentes, pondría sus capacidades materiales y espirituales al servicio de lo que precisamente singulariza al hombre, esa inteligencia que marca lo exaltante y a la vez lo trágico de su destino. El problema no reside en que Marx haya errado en sus previsiones, ni siquiera en que el proyecto emancipador se haya traducido históricamente en máquina paranoica, que canalizaba sus energías en el control de los suyos y que, finalmente exhausta, acabaría rindiéndose incondicionalmente. Lo que realmente desazona, lo que realmente "sofoca y oprime" es cuando el propio espíritu se rinde a la idea nihilista de que el fracaso estaba realmente anunciado, que constituía una certeza a priori, imponiéndose el sentimiento de que nuestro destino social objetivo es el de esos seres que la nietzscheana Genealogía de la Moral nos presenta como hijos del encubrimiento y el oscurantismo: seres amantes de la falacia y resentidos contra todo aquello que les recuerde su obligación esencial de estar por encima de la vida inmediata y de la salvación individual.
Del "hombre total" que asumiría con entereza su condición trágica, hemos pasado al hombre que antepone el ideal samaritano al ideal de justicia; hombre que diluye la dura exigencia de amar (y en consecuencia luchar por la dignidad) de los seres de su especie, en una ternura abstracta por la vida en general en la que no tendría papel privilegiado la vida del hombre. Hombre para el cual la ecología no consiste en proteger cuidar y enriquecer la naturaleza a fin de que esté en condiciones de amamantar de manera sana al hombre (es decir, al único ser susceptible de medir las cosas, otorgarles valor y arrancarlas a su insignificancia) sino en erigir a esa naturaleza en deidad (¡que tendría valor aun en ausencia del hombre!) y fin último de nuestra acción previsora. Hombre que se autoproclama moral e ilustrado, y que literalmente repudia a quien presenta rasgos de veracidad moral y lucha realmente por restaurar la dignidad humana. Hombre que no quisiera haber nacido tal; hombre que, simplemente, no soporta al hombre.