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Blogs de autor

Luz de Vísperas

Por 29 de diciembre de 2008 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Fernández de Castro

Mauricio Wiesenthal

Edhasa

Objetivamente, a Luz de Vísperas no le faltan ambición, ni recursos, ni aliento (1137 páginas) para llegar a ser lo que su autor, Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943) pretendía ofrecer: una epopeya de la Europa del siglo XX.

/upload/fotos/blogs_entradas/luz_med.jpgEl personaje central y  encargado de ofrecer la sensibilidad a través de la cual se irá encarnando el espíritu de la época es Gustav Mayer, un escritor de origen judío nacido en Viena a finales del siglo XIX.  La familia Mayer ha aprendido desde hace varias  generaciones que para triunfar en la sociedad centroeuropea es necesario renegar del judaísmo (empezando por el nombre, que deja de ser Mayr para convertirse en Mayer), hacerse cristiano y casarse con damas de alcurnia y apellidos cristianos, rematando todo ello con una saneada posición económica, no importa si a través de las finanzas, el comercio o la industria.

Es muy buena toda la fase de antecedentes familiares, con la abuela Regina de origen español-colonial y la madre de Gustav, Ana María Hofer, hija de un médico austríaco destacado en Venecia al servicio del ejército imperial.  Esas dos poderosas influencias femeninas y sus respectivos entornos vitales (una estancia en América del Sur parcialmente reproducida en Europa, en el caso de la abuela, y un palacio en Venecia en el caso de la madre) marcan todo el primer tercio de la narración, y corresponde a lo que en la novela tradicional eran los años de formación. El autor parece conocer bien el ambiente y los pormenores de Austria en vísperas del hundimiento imperial y se mueve con toda soltura por Praga, Viena y Berlín,  las ciudades que marcaron la infancia, la adolescencia y la primera juventud de Gustav Mayer. La progresiva inclinación de este por la escritura va haciendo entrar en escena a escritores como Stefan Zweigt, Romain Rollland, Reiner María Rilke, Thomas Mann y hasta el propio Tolstoi, al que el joven escritor en ciernes visita en su dacha para hacerle una entrevista. Es de destacar una conferencia sobre el espíritu de la Grecia clásica pronunciada en la Universidad de Berlín por el  filólogo  Ulrich von Wilamowitz- Moellendorf y que marcará decisivamente el destino del  hasta entonces desorientado estudiante Mayer.

Los primeros triunfos literarios del futuro escritor y premio Nobel quedan en suspenso con el estallido de la Primera Guerra Mundial, sin duda alguna el momento más vibrante y creativo de la novela.  El anuncio de la catástrofe que se avecina tiene lugar en paralelo con el despertar de la conciencia histórica y de los sentidos del personaje,  y esa dialéctica simbólica resulta ser un recurso literario de gran eficacia. De mero espectador y vigilante de la fortuna familiar en ausencia del hermano mayor, llamado al frente, Gustav Mayer pasa a engrosar las filas de esos ejércitos imperiales cuyas derrotas en todos los frentes son un presagio de la hecatombe que le aguarda al Imperio Austro-húngaro, encarnada aquí en el héroe por las graves heridas que recibe en el frente. Paralelamente, la relación que entabla con tres mujeres de caracteres y sensibilidades muy diferentes crean un laberinto sentimental que el herido solventa al terminar la guerra uniendo su vida a una de ellas, Carlota, madre de dos niñas y que aceptará prohijar a una huérfana de la guerra y formar entre todos una familia que refleja bastante bien la imagen de esa Europa destrozada por la catástrofe y que lucha por rehacerse y recuperar el espíritu que la llevó a crear una civilización universal.

Hasta aquí, lo que parecía ser la ambición inicial del autor se cumple sobradamente. Por lo que sé de él, Mauricio Wiesenthal es un hombre que ha viajado toda su vida, que ha ejercido toda clase de oficios en el mundo de la cultura y que posee una curiosidad intelectual que le ha llevado a centrar su atención en universos tan variados como la historia, la medicina o la enología, aparte de poseer una clara inclinación por los idiomas. Todo ello, sin duda, son armas poderosas y que le han ayudado decisivamente en la elaboración de su gran novela.

Pero en plena posguerra europea se produce un cambio de registro narrativo muy notable. El lector sabe que no van a tardar en dar señales de vida los movimientos sociales e ideológicos que acabarían  dando paso a los regímenes totalitarios comunistas y nazi-fascistas. Y sabe por tanto que toda estrategia de futuro y todos los planes que realicen unos personajes en su plenitud social van a quedar irremisiblemente marcados por el ascenso al poder de Hitler y las consecuencias posteriores del triunfo de los nacionalsocialistas.  Curiosamente, en lugar de lanzar a sus personajes contra el destino común que les cupo en suerte a todos los europeos en general (debido a la guerra) y a los judíos en particular (incluidos los renegados), Wiesenthal prefiere aislarlos en una burbuja milagrosamente intacta (Suiza) y tratar de ofrecer un reflejo del fin del mundo a partir de las vicisitudes de esos náufragos encerrados en una especie de isla cuyo centro espiritual es el pueblo de Sils Maria, tan estrechamente vinculado al Nietzsche del Eterno retorno.

Debo decir que la elección me parece desafortunada y que la tensión narrativa, la riqueza de imágenes y las metáforas culturales que tanta altura habían alcanzado en la primera mitad de Luz de Vísperas sufren un notable bajón. Y el microcosmos suizo, con los amoríos pequeño burgueses del escritor y sus vínculos con la resistencia no alcanzan ni por asomo a transmitir una pálida idea de lo que mientras tanto le estaba ocurriendo a esa Europa cuya historia parecía que se nos iba a contar.

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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