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El hombre cuenta (III): Este anhelo de ciencia y de inmortalidad

Por 28 de enero de 2021 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

En un día de pleno invierno (enero de 1855), el poeta francés  Gerard de Nerval aparece  colgado de la reja de un túnel de  alcantarillado  en una oscura calle de París llamada “La vieja linterna”. Había escrito que de disponer de 300  francos hubiera podido  sobrevivir al invierno. La tesis del suicidio fue puesta en tela  de juicio…En cualquier caso la voluntad o el destino le llevaron, en palabras de Baudelaire,  a “liberar su alma en la calle más negra que pudiera encontrar » (« délier son âme dans la rue la plus noire qu’il pût trouver).

En febrero de 1832, casi diez años antes de su tremenda muerte, Gerard de Nerval es encarcelado en Sainte Pélagie, al lado del parisino Jardin des Plantes.  Durante su estancia en la prisión, Nerval escribe un conmovedor poema en el que implora a los vientos y a las aves  que lleven hasta su celda un herbajo o una hoja (Dans votre vol superbe, /Apportez-moi quelque herbe, / Quelque gramen, mouvant/ Sa tête au vent!) que dieran testimonio de la existencia de una naturaleza. Es este mismo Nerval quien, refiriéndose a un poeta no nombrado escribe el siguiente “Epitafio”:

“Unas veces vivió alegre como un pájaro/ Enamorado y luego despreocupado y tierno/Otras sombrío, errático como un triste Pierrot/Un día oyó que alguien golpeaba su puerta/ ¡Era la muerte! Entonces le rogó que quisiese /Dejarle terminar su último soneto/Y luego fue, impasible, a colocar su cuerpo/Que temblaba en el fondo del helado ataúd/ Era un hombre holgazán según cuenta la historia/El tintero en su mesa se secaba olvidado/Todo quiso saberlo y nada consiguió/Y al llegar el momento en que, harto de esta vida/Al fin voló su alma una noche de invierno/ Dejó el mundo diciendo: ¿para qué vine aquí?” ( Traducción de Anne Marie Moncho en Gerard de Nerval, Las quimeras y otros poemas Visor 1974).

“Todo quiso saberlo y nada consiguió”, tremenda frase en la pluma de quien  desde sus años de estudiante de bachillerato vivió acompañado por el Fausto de Goethe y dedicó una parte de su empeño en  legarnos ni más ni menos que cuatro versiones (en prosa y verso) de la misma. Y digo bien versión, porque, más allá de los problemas  de fidelidad al estilo y al texto (que Nerval reivindica en el prefacio a la edición de 1828),  todo aquello que el alemán apunta a iluminar en su obra sirve de punto de apoyo  para dar impulso a las obsesiones y  a la propia  exigencia literaria del traductor:

 “¿Qué alma generosa no ha sentido algo de este estado del espíritu humano que aspira sin descanso a alcanzar revelaciones divinas, tensionado todo lo largo de su cadena, hasta el momento en el que la fría realidad viene a desencantar la audacia de sus ilusiones o de sus esperanzas y, como la voz del Espíritu, devolverlo a su mundo de polvo?” (Faust Nouvelle Traduction complète en prose et en vers Paris, Dondey –Dupré 1828, Observations, p. IX. La traducción del párrafo es propia).

La fría realidad…aquello que devuelve a Fausto a los límites incluso de lo que es capaz de apostar:

 “Este anhelo de la ciencia y de la inmortalidad, Fausto lo poseyó en alto grado, elevándolo a menudo a la altura de un dios, o de la idea que del mismo nos hacemos, y sin embargo todo en él es natural y previsible; pues si tiene toda la fuerza de la humanidad, posee también toda su fragilidad”.

Resulta incluso chocante que alguien vincule el anhelo de ciencia y el anhelo de inmortalidad. La ciencia se atiene a los hechos y tiene precisamente como postulado (cuando menos implícito) que no hay hechos inmortales (lo contrario sería suponer que algún hecho escapa a la flecha del tiempo). Y desde luego la ciencia no tiene entre sus interrogaciones la de si el ser que da cuenta de los hechos es asimismo un hecho. De llegar a planteársela, ha traspasado la barrera de la ciencia, aunque quizás esté obligada a dar este paso conducida por las aporías que surgen por todas partes en las propias disciplinas científicas.

Pero el ser que hace ciencia sí tiene anhelo de inmortalidad. Esta es la paradoja: anhelo de inmortalidad en el único ser que sabe de la no inmortalidad de los seres naturales y que por consiguiente sólo puede apostar a la inmortalidad abriéndose a la hipótesis de que él es un ser algo más que natural.  El ser que asume lo que la naturaleza supone, a saber que hay una evolución de la energía que ha permitido su emergencia, y ha llegado a esta asunción porque anhela la ciencia, anhela al tiempo ser una excepción (¡la única excepción!) a este su saber. El ser que anhela la ciencia quisiera no ser objeto de la misma.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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