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¿De qué verdad se trata?

Por 2 de febrero de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Supongamos que nos proponemos efectuar una reflexión sobre la esencia de la escultura. Sería perfectamente legítimo hacerlo de manera puramente conceptual o a priori. Pensamos en la condición indisociablemente biológica y espiritual del hombre, en la necesidad de confrontarse a la naturaleza y a domarla, mas también en las interrogaciones que al hombre han acompañado desde Herto, interrogaciones relativas a su destino  y no ya a las condiciones materiales de su subsistencia. Pensamos en el papel de las manos, esas "manos que piensan", según la expresión de Jose Saramago, inclinadas no sólo a coger materiales e instrumentalizarlos, sino también a moldearlos, apurar sus posibilidades inmediatas y eventualmente hacerles responder a exigencias no previstas… Ello nos conduciría sin duda a avanzar alguna conjetura, más o menos aguda, sobre el porqué de lo que damos en llamar escultura y concretamente sobre su universalidad, sobre el hecho de que no se de sociedad alguna en la que no forme parte de la actividad y -sobre todo- que ni siquiera sea concebible una comunidad humana con tal carencia.

Existe sin embargo un segundo método de abordaje. En lugar de empezar por una reflexión antropológica, nos dirigimos al taller de un escultor que merece nuestra admiración y nos confrontamos a una obra en concreto. El escultor nos ofrece la posibilidad, no ya de observar  la pieza desde todos los ángulos posibles, sino de tocarla, reconocer la textura superficial de sus materiales, recorrer sus ángulos y pliegues, quizás incluso- si el mismo material aun virgen se haya presente- observar la interna estructura de aquello de que está forjada, la resistencia, las vetas que el escultor ha debido forzosamente respetar a la hora de la talla (análogo en todo punto, a lo que ha de respetar un buen carnicero) a fin precisamente de que pueda llegar a actualizarse la entera potencialidad… Tras todo ello, retornando a la contemplación admirativa de la obra, emergerá de nuevo la pregunta fundamental, la pregunta antropológica: ¿por qué? ¿Cuál es la razón, la causa subjetivamente eficiente y objetivamente final de este gigantesco esfuerzo?

La literatura tiene la ventaja de permitirnos siempre operar según el  segundo método. Interrogándome sobre la razón del trabajo literario, barruntando que solo por el enorme peso de tal razón en la vida de los hombres, se explica la admirable ascesis de algunos escritores, la entereza con la que subordinan  todo aquello que -por formar parte de nuestros intereses y deseos más anclados- los demás solemos erigir en fin en si.

Los  lúcidos párrafos sobre la lectura en el Prefacio al texto de Ruskin (que en otro lado vinculo a aquellos de  la Recherche en que se hace la crítica de la figura del erudito, presentado como una suerte de esterilizador de su propia vida espiritual) remiten a la cuestión elemental: ¿de que verdad se trata? La palabra verdad es mil veces reiterada por el Narrador  de la Recherche pero, como vemos, también por Marcel Proust en otros textos. Esta verdad no es ciertamente la verdad de los empiristas, verdad como adecuación a una realidad objetiva o material, mas tampoco la verdad de los lógicos, verdad puramente formal, en la que ciertas  proposiciones  son consistentes con premisas que pueden eventualmente ser perfectamente falsas. Se trata ciertamente de una verdad de otro orden, solo legítimamente calificable de tal en razón de que el término verdad es en realidad muy amplio. Los hombres lo utilizan en relación a aspectos de su existencia que trascienden con mucho las preocupaciones de científicos, lógicos o gramáticos, pero que no son desde luego menos cruciales.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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