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Conocimiento animal y conocimiento humano

Por 5 de febrero de 2008 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

El hombre es un animal y, además, un animal de los llamados superiores. Por consiguiente, su primera relación con el mundo ha de ser análoga a la de otros animales muy cercanos a él en el registro filogenético. Antes de hablar, el niño tiene un reconocimiento del entorno que puede ser muy parecido al que tenga un gato o un perro.

De hecho, la fascinación de los niños por los animales quizás provenga de que experimentan un cierto sentimiento de fusión, una coincidencia a la hora de abordar lo interesante o lo inquietante en el mundo que rodea. El problema reside en que el niño evoluciona, y al introducirse en el lenguaje, deja atrás esa relación natural que le marcaba como al animal.

Los etólogos del comportamiento humano se han preguntado mil veces en qué se traduce exactamente la inserción del niño en el registro simbólico: qué era antes y qué es después. Obviamente, los etólogos del comportamiento animal no tienen este problema, pues simplemente no hay ruptura. Pero aun en ausencia de esa ruptura que supone la mediación del entorno a través de los símbolos, el animal distingue y se relaciona con las cosas en función de esta distinción. Para designar la modalidad de conocer que supone esta distinción elemental, no hay palabra clara.

Los términos que usamos para referirnos al conocimiento humano no son muy de fiar tratándose de los animales, puesto que casi todos remiten, directa o indirectamente, a cosas como conciencia, intencionalidad, etc, que es muy difícil atribuir a un animal (incluso, cuando se hace tal cosa es posible pensar que se está haciendo una proyección antropológica). Pues bien, confrontado ya a este problema, Aristóteles se refería a los animales como sujetos de experiencia. El asunto es que nosotros también somos sujetos de experiencia. Y no hay mucha seguridad de que la experiencia nuestra sea la experiencia que tiene un animal. Entre otras razones, porque nuestra experiencia nunca está totalmente aislada respecto a cosas que dependen del concepto y del uso del lenguaje (los cuales, asumo por mi parte, no son atribuibles a un animal). Nuestra experiencia, por así decirlo, nunca es pura, mientras que la del animal sí lo es. Aristóteles presentaba la experiencia como ese límite de la determinación en la cual lo único que sabemos es relativo a individuos. La próxima reflexión se centrará en este punto.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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