Víctor Gómez Pin
Decía en la columna que lleva el número 11 en estos "Asuntos metafísicos", que a un momento dado la ciencia se alejó de la filosofía, en parte debido al hecho de que la inducción y la generalización a través de la misma se convierten en principios de la actitud científica. Y añadía que a partir de entonces la ciencia avanza sin preguntarse sobre la solidez del entramado que la sostiene, en parte constituido por algunos de los principios ontológicos de los que en esta reflexión se trata.
Pero señalaba asimismo que en nuestro tiempo, acuciada por sus propias constataciones, la ciencia misma, a veces con perplejidad, está realizando el retorno a la filosofía, entre otras cosas en razón de que la confianza en la firmeza de los postulados se derrumba. La ciencia misma replantea la cuestión de los principios que se daban por supuesto a la hora de practicar su disciplina, dando así lugar a una nueva y esplendorosa meta-física. Pues la mera descripción de la physis no exige en absoluto abordar la cuestión de las evidencias y principios fundamentales. Basta con someterse a los mismos y repudiar toda conjetura que los contradiga: el físico se atiene en su trabajo a principios… que el metafísico explora. Pero, ¿cuales son pues estos principios? Avanzo hoy algo sobre el primero de ellos:
Localidad- contigüidad
Por gemelos auténticos que dos hermanos J y L sean, si se encuentran en lugares alejados nadie espera que una acción física sobre J, tenga asimismo efectos en L (las cosquillas en el uno no provocan la risa en el otro, dice socarronamente un cronista científico). Este es el principio de contigüidad, que posibilita un segundo enunciado cuando es considerado en perspectiva local: todo fenómeno físico que quepa observar en L es independiente de las observaciones que en paralelo puedan hacerse en J. Calificado entonces de principio de localidad, este segundo enunciado pone mayormente de relieve la independencia de quien se encuentra protegido por el hecho de tener un lugar o espacio propio.
La vinculación de ambos enunciados queda puesta de manifiesto en el siguiente: "Sean A y B dos entidades físicas no contiguas, es decir sin relación de contacto; sea p una propiedad de A. Entonces tal propiedad no puede ser alterada instantáneamente por una intervención en B" Así pues para que se de eventualmente una influencia de B en A se necesita tiempo, de hecho el tiempo necesario para que el efecto se propague a través de la secuencia de entidades contiguas que se dan entre A y B y que garantizan la ausencia de vacío entre ambos extremos. [1]
Existe una versión restringida de este principio de contigüidad-localidad que dice así : "Aunque hubiera manera de ejercer una influencia instantánea de B sobre A, esta influencia no podría ser utilizada para enviar una señal. O dicho de otro modo: no podemos comunicar nada a velocidad superior a la velocidad de la luz. La terca constancia de esta versión restringida del principio tendrá enorme importancia a la hora de ponderar la verdadera trascendencia ontológica de ciertos experimentos de la física contemporánea. Doy desde ahora un avance:
Una acción instantánea entre dos entidades no contiguas supone un "intervalo" menor que el intervalo, digamos I, de tiempo que la luz tardaría en superar la distancia entre ambas. Ahora bien, en relación a esa distancia el menor intervalo temporal es I. Por consiguiente, tal acción a distancia trasciende el tiempo. Si las acciones instantáneas de las que parecen dar testimonio ciertos experimentos físicos contemporáneos permitieran enviar señales, ello supondría la posibilidad de transmisión de información fuera del tiempo.