Víctor Gómez Pin
Hace unas semanas me refería al hecho escandaloso de que un político español fuera, en un debate electoral, tachado reiteradamente de mentiroso por su adversario, casi sin inmutarse, sin decir que hasta aquí habíamos llegado, y desde luego sin exigir explicaciones. En mi texto de ayer me quejaba de que un ex-dirigente de un partido que, en Italia, había un tiempo encarnado un ideario de emancipación compartido por Cesare Pavese o Luchino Visconti, recurriera a una mentira, (el pretendido liderazgo de Roma en materia de seguridad antes de la llegada masiva de cierto colectivo de inmigrantes) para apuntarse al carro de la espontánea indignación popular contra una inseguridad sistemáticamente imputada a los extranjeros.
Su oportunista cruzada no ha servido de nada al señor Veltroni, entre otras cosas porque sus todavía compatriotas de la Liga Norte le han tomado la delantera, lanzando el más despiadado ataque explícitamente xenófobo al que se haya asistido en la Europa comunitaria desde su fundación.
Lejos está desde luego el señor Veltroni de los años en que defendía ese fantasma que entonces recorría el mundo, fantasma que se reveló efectivamente ser eso, un mero fantasma, una ilusión con connotaciones trágicas, pero que no dejaba de encerrar ese ideario de fraternidad, sólo alcanzable mediante efectivas libertad e igualdad, que en un texto anterior evocaba.