Vicente Verdú
"Quizás la misantropía contenga un germen de senilidad", se decía para sí mismo Paul Valéry. Lo cierto que es que aquí o allá, especialmente en los hombres, la edad va generando un entorno crecientemente vacío. No sería propiamente una misantropía que parte de la acción del sujeto sino de su pasividad coaligada con una necesidad de autoproteger la mayor fragilidad del yo. Un yo que paradójicamente no va poblándose de otros con el paso del tiempo sino que como saturado de relación mundana reclama ayunar de la provisión exterior.
Estar a solas como necesidad de visión, a solas como necesidad de pensamiento y memoria, a solas como necesidad de pudor.
El viejo desea envejecer en solitario y mientras afuera la escena bulle, adentro, en silencio, a fuego lento, prepara el caldo de sí.