Vicente Verdú
No el recuerdo
sino la memoria
encariñada
es la facultad
que alcanza
a mencionarla con
mejor precisión.
Una lámina
barnizada de
de seda.
Luz
encalmada
o inocencia
sin el roce
de la voz.
Vidrio
o imán
azulado.
Pero, a la vez, una
libre ola
de colonia
alrededor.
Un aroma
convincente que
la mueve
a la zona
blanca
de una playa
con palomas.
Un área
donde el sol
empecinado
no pesa sobre ella
y, al memorarla,
en la luz
apenas la roza
ni redime
de su crónico
y enfermizo
resplandor.