Vicente Verdú
Odio la mano
con la que
golpeo al otro
que, por su parte,
me ama
desesperadamente.
Desesperadamente,
por mi parte,
investigo
en mi interior
,ya envejecido,
qué clase de componentes
áridos y ruines
han creado este depósito
adónde va mi mano
para abarcar
un grueso puñado
de cólera
y de ruindad:
El peso despiadado
que descargo sobre
proximidad
de amor y ternura
sin la cual
ya habría perecido
corrupto.
Y sin la cual
no hubiera
esperado ya nada.
O, sin la cual,
el foro entero
de mi interior
se habría
convertido
en un cantón
de hacinadas alimañas.
Alimañas que, acaso,
fatalmente,
acabarían
con la totalidad
de mi condición
humana.
La buena también
más golosa
para esas fieras
que se
afanan
una a una,
en condensar
mis odios
para golpear
después
vilmente,
ciegamente,
el más bello
y tierno
corazón.