Vicente Verdú
El pensamiento tiene
Su propio condimento
capital.
A, menudo, se autoabastece
sin tino
y escoge
desperdicios para la cena.
Otras se atusa el cabello,
desmesuradamente,
creyéndose ante
el espejo un galán.
Botín promovido
por secuencias de
éxito
y de máxima sensualidad.
Entre su libertad
aparente,
el pensamiento
respira.
Viaja
con una facilidad
mayor que todo un bosque
de ideas
o incluso, más deprisa
que una cupletista
eléctrica.
Olvida, no obstante,
con frecuencia
los campos
para provisionar salud.
Pernocta desconcertado
sobre la verdad sustancial
o su la falacia.
Gana nodularmente
su pienso
pero, al cabo
con su indómita receta
nos lleva hasta el barranco.
Su vértigo y el nuestro,
en este lugar,
viene a ser
la estampa
de un borde
o acantilado canalla.
Un proceder
de zapatos fucsia y
sombras de macramé.