Vicente Verdú
Encontrándonos mal o regular
la visita al médicos
está prescrita,
es obligatoria o de evidente responsabilidad.
La comparecencia ante el doctor
es una réplica de la comparencia,
ante un juzgado y su implacable pronunciamiento
puesto que somos reos de insalubridad.
El médico ejerce con el ojo clínico al modo del objeto divino
Sino, además, por la mirada complementaria,
aderezada de análisis y resonancias, que lleva al diagnóstico
incuestionable.
La suma de todas estas pruebas oculares
llevan así a un veredicto absoluto.
en que el enfermo se miniaturiza.
¿Pero somos culpables o pobres víctimas del designio
y nuestra incompetencia vital.
Y, en esas condiciones
¿cómo se podría regresar al bien?
¿hallar la redención?
Lo obligado es e pasar
por alguna penitencia que expurgue el mal,
sea mediante la abstención de algo
sea mediante una depuración quirúrgica
o de alcance farmacológico superior.
En todos los supuestos
le conviene el trato semejante al que
recibiría un enemigo social.
El médico no sólo cura
sino que antes juzga y apunta
los antecedentes patológicos
de su historial social e individual.
Al cabo emite el veredicto
Y más tarde impone el castigo. .
Lo mismo que haría Dios
o sus representantes en este mundo
sobre pecadores confesos.
Y no sólo reos de una acción efímera
sino reincidentes
que le han llevado a malversar
su orgánica identidad.
¿Perdonar esta evidencia?
Toda persona que padece una enfermedad
Es sospechoso de alguna complicidad con ella.
Y, además, de acarrearla
como un traficante del mal.
Todos los enfermos
forman así una banda de
especiales criminales encubiertos.
Ahora pueden estar vivos
pero su curso natural les llevaría a fallecer.
Y, con ello, a provocar una expansión de dolor. .
Lo mismo que un terrorista atado
a un cinturón de dinamita
preparado contra la salud de la Humanidad.