Vicente Verdú
Entré en una iglesia
en pecado mortal
y temí que los muros
lo advirtiesen.
Temí que, de inmediato,
el templo me cayera encima
y sentí el despavorido
impulso
de escapar.
Pero ¿y si aquel espacio,
ante mi visita
deseaba, por el contrario,
pecar?
¿Y si la arquitectura,
en vez, de su extrema
simpleza,
observara
una triste infamia
en su propia desnudez.
Desconsuelo,
inutilidad, tedio
de sí misma
deshabitada de aquí
y del más allá.
pobrez
y fuera tras de mi como un caparazón?