Vicente Verdú
Arrojaban piedras
Pero eran como mazapanes.
De su afrenta
se deslizaba
un humor
duro o sangrante
que siendo un alma herida
no podría aceptar
nada diferente
a un nuevo tormento.
Y, sin embargo, el corazón hablaba
de días próximos
en los que
el coágulo rojo
se hacia un licor
El licor dorado
y los zumos de muerte
bañarían las pezuñas
de Satanás
y de allí
no podrían separarse.
Nadie podrían acudir
a eludirnos
el final.
El final estaba,
desde ahora,
en nuestra alma.
(Palabra de Dios)