Vicente Verdú
Una de las palabras más estúpidas del diccionario es "pesadilla". Pesadilla, connota acústicamente con peladilla, con maravilla, con calderilla y sin tener en absoluto parentela alguna con ellas. Casi todas las voces terminadas en "illa" se refieren a cosas menores o relucientes mientras la pesadilla nomina a todo lo contrario: pesado, tormentoso, peor. ¿Será que los sueños, con su mala fama, achican el valor de su terror sin importar su significado freudiano? Alguien sabrá, sin duda, explicar de qué viene este desorientado término que si se trata de una música evoca la tonadilla, si se refiere a un alimento nos lleva al bocadillo y si se trata de un fuego recae sobre al cerilla. En fin, cosas pequeñas o se segunda fila. Cabe, en todo caso, aceptar -lo digo por decir algo- que al ser el episodio efímero y relativamente veloz durante el sueño se le asocie a la carrerilla o la aguadilla. Pero, en todo caso, habiendo como hay tantas palabras que dicen su verdad interior ¿cómo puede persistir en pie una mentira tan tonta, perversa y amarilla?